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Durante su infancia el comando de la cocina en la casa de los Scarpetti estaba a cargo de los hombres: su padre Roberto; su hermano mayor y él mismo. “Mi viejo no le tenía miedo a cocinar: mezclaba cosas siguiendo sólo su criterio, sacaba unos bodoques incomibles y otras veces recetas riquísimas».
Hoy Tomás Scarpetti es el elegido para emular el estilo de un consagrado: Francis Mallmann. Dejó por un tiempo la cocina de Patagonia Sur, en La Boca, para guiar el destino de los sabores del restaurante Los Negros, en Punta del Este, durante la temporada veraniega.
Pero es importante saber que Scarpetti no abrazó su profesión de una manera determinante desde pequeño. Antes pasó por la Escuela de Arte y por el Conservatorio de Música Clásica… «A los 18 en un restaurante salí del lavado de platos para ubicarme detrás de las hornallas y me di cuenta que eso realmente me encantaba”, cuenta.
El salto a la profesionalización lo hizo de la mano del cocinero Paul Azema. Formaba parte del equipo que hacía los caterings para bandas de rock internacionales que venían al país, como U2, Aerosmith, Rolling Stones. Luego dejó la capital porteña y cruzó las fronteras para participar de una experiencia en Brasil, San Pablo. Su camino lo llevó a Catalunia y, de vuelta en la Patria, la historia continuó en Sudestada (Buenos Aires), luego nuevamente en Brasil.
Tras eso llegó su era Mallmann. Sonriendo, feliz del privilegio de hacer lo que le gusta, Scarpetti dice: “El trabajo de temporada es las 24 horas, son 120 cubiertos y 14 cocineros a cargo. ¿La playa? Sí, como fondo de pantalla en mi computadora”.

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El gran intérprete
 

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