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Un día, hace poco, nos desayunamos con la noticia de que un argentino había ganado uno de los premios más importantes de gastronomía a nivel mundial. Víctor Trochi, platense de nacimiento, 36 años, casado desde hace poco más de un año con una catalana y establecido en Arbúcies, un pequeño pueblito de Girona, al Norte de España (en la Comunidad Autónoma de Cataluña). Pero nada es de un día para otro. Detrás de un premio, hay una historia. “Empecé a trabajar en un pequeño restaurante italiano cuando tenía 19 años, a la par que estudiaba Odontología. No tenía muy claro si lo que realmente quería hacer era salvar dientes…”, cuenta quien ya tenía antecedentes culinarios en la familia: “Mi padre era encargado de grandes banquetes y del comedor de una base militar (megaeventos de 1.500 personas). Recuerdo cómo me paseaba por enormes cocinas, con ollas de metro y medio de altura”. En algún momento cambió de idea y entró al afamado Instituto Argentino de Gastronomía (IAG) y también pasó por la Escuela Argentina de Sommeliers y la escuela de panadería de Marcelo Vallejo. “Tuve maestros de la talla de Ariel Rodríguez Palacios, Osvaldo Gross y Darío Gualtieri”, dice. Es admirador de cocineros como Ferrán Adrià; Luis Aduriz (del Mugaritz); Grant Achatz (de Alinea); Joan Roca (El Celler de Can Roca); René Redzepi (Noma); Michel Bras y Pierre Gagnaire, con el que compartirá la cocina el año que viene en París.

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Profeta en otra tierra
 

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