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30/06/2017

“Siempre hay tiempo para enamorarse“

Por Malen Lesser | A los 40 este actor habla del maravilloso vínculo que tiene con su hija Amelia y de su soledad amorosa.

La escena es su lugar en el mundo. Cine, teatro o televisión: en todos los terrenos se mueve como pez en el agua. Incansable, suele participar de varios proyectos a la vez y tiene la facilidad de visualizar planes a futuro todo el tiempo. Sin duda, ama lo que hace. Consolidado en el off, aclamado en la televisión y cómodo en la pantalla grande, Luciano (40) es un actor dedicado, certero, hipnótico y apasionado. Pero eso no es todo. Su rol de director es igual de convocante para él. Lo hace desde los 22 años y recuerda como uno de los mayores regalos el haber dirigido a Leonor Manso en 4.48 Psicosis. Además, tiene una productora Eusebia en la higuera, desde donde “cranea” su primera película. “El director y el actor no compiten en mí, se fortalecen en una relación casi terapéutica“, asegura detrás de una mirada fuerte que hoy le presta la intensidad de sus ojos claros a Emiliano Morante, un galán de telenovela vampirezca, de la que habla la tira, en una suerte de novela inmersa en el mundo de las novelas. Agustina Cherri -Fanny- y Nicolás Furtado completan el triángulo sentimental que propone la comedia.
-¿Cómo te encuentra este momento?
-Sumergido en un hermoso proyecto. Volver a Telefé siempre es grato. Acá hice El Elegido, Graduados y Sres. Papis, uno detrás del otro con una muy buena continuidad de trabajo y personajes distintos. Ahora que se está haciendo poca ficción, ser uno de los actores que tiene laburo es un privilegio, más en una propuesta de calidad como ésta. Soy un afortunado.

-¿Cómo te llevás con la comedia?
-Muy bien, el género juega a favor de los contenidos inteligentes, de poder transmitir cosas complejas o profundas desde otro lugar. Hay una frase de Molière, que era muy crítico de las comedias, que dice algo así como que el espectador al abrir su boca y expandir su lengua en plena carcajada se convertía en la mejor oportunidad para hundir allí los clavos de la razón, algo así. Un tema muy profundo puede llegar por medio de la risa. Además, creo que tomarse la vida con humor hace que uno tenga mayor claridad y pueda vivir con más soltura.
-¿Cómo te llevas con esto de ser galán?
-Me río, para mí es un rol, nunca me tocó en realidad ser tan galán, y la verdad, siempre son más divertidos los villanos, pero por una cuestión de que el bueno suele padecer y poco puede hacer. El malo es el que planea, ejecuta y empuja la trama. Obvio, se queda sin la parte grata de los besos de amor, pero para la ficción, los malos me gustan.
-Hiciste desde Patito Feo hasta La muerte de un viajante de Arthur Miller con Alfredo Alcón ¿cómo manejas ese abanico tan amplio de personajes, cómo hacés para ser tan camaleónico?
-Patito… fue mi primer papel con continuidad importante en televisión y por eso para mí fue tan fundante. Aprendí muchísimo de los códigos de la pantalla chica y la técnica en sí, estoy eternamente agradecido. Yo aprendo mucho, de todo, del que viene por primera vez a hacer un bolo que te hace recuperar y estar atento a esa llama que por suerte tengo encendida, esas ganas, esa curiosidad con la que uno inicia…hasta del más grande, con toda la experiencia, como era Alfredo. Aprendo de las particularidades de cada proyecto, de las complicidades con los técnicos en los distintos medios. Yo no trabajo solo, sino con el otro. Por eso siempre es distinto. No me vinculo igual con mi hermana que con mi hija, y esa coloratura distinta tiene que ver con quién tenés enfrente. Yo construyo mis interpretaciones ahí y porque cada vez es distinto y una nueva oportunidad para aprender. Amo este oficio.
-¿De qué cosas sos fan o cholulo?
-Cholulo no, pero sí amo a los actores. La energía de cada uno me da muchísimo. Arriba del escenario con Alfredo Alcón pensaba me está pasando lo mejor del mundo, y con muchas figuras, muy generosas conmigo me pasa eso. Acá Verónica Llinás, El “Puma” Goity con quién tuve un encuentro muy hermoso, los admiro mucho.
-¿Y vos con la fama como te llevás?
-Bien, recibo mucho reconocimiento pero es directamente proporcional a los roles que hago. Se encariñan con los personajes, incluso con malos terribles que hago y, que me adoren por ser el más malvado, es divertido. Yo me ocupo de forjar una historia, de que tengan un pasado, que se termine entendiendo por qué son tan malos.
-¿Tenés tiempo para el amor con tanto trabajo?
-Siempre hay tiempo para eso, pero no estoy enamorado ahora. No puedo decir que estoy solo porque soy papá y eso me llena el alma. Mi hija es un ser maravilloso, me ordenó las prioridades, de pronto entendés la importancia de vivir y estar presente.
-Tu hija vive en camarines, ¿no?
-Amelia (7) se crió entre escenarios, sets y luces. Entre su mamá (Gloria Carrá, su ex pareja), su hermana (Ángela Torres) y yo es lo que ella ve todo el tiempo. Mi hija es mi magia cotidiana, estoy fascinado con ella. Tanto que mi primer película surge de ahí, tiene que ver con la búsqueda de los puntos de vista y está disparada por esta relación con mi niña en este juego casi físico, que es que a ella le gusta mucho estar arriba de mis hombros y mirar como veo yo y a mí, estar en el piso jugando con ella para ver como ve ella. Contar una historia desde estos dos puntos de vista, el grande y el chico, es la idea. También estoy en la previa de Autopartes, una nueva película, sobre este mundo del conurbano con todo esto que se conoce de la venta de las partes de los autos, medio policial, con una historia de venganza por una muerte en una picada, dirigida también por Eduardo Pintos y con Corralón, otro filme potente, que ya tuvo su estreno en el Bacifi, pero lo tendrá también en salas. Espero que les guste todo, yo estoy feliz.

 

 

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