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02/05/2019

Mariano Torre se confiesa: “Fui mentiroso y cazador”

Por Noelia Fraguela | El actor acaba de estrenar Gente feliz , la última gran apuesta teatral de José María Muscari. En esta nota habla de su historia, de su vínculo con la naturaleza, del renacer espiritual y de su amor libre con Elena Roger.

Nació sintiendo que algo no encajaba. Su infancia en Ushuaia era feliz, normal, pero una voz interior le decía todo el tiempo que la sociedad estaba equivocada en su relación con el medio ambiente y necesitaba repensarse como tal. “Apagué esas inquietudes para poder relacionarme con el mundo”, dice Mariano. Al terminar el colegio llegó a Capital Federal con su hermana mayor (“mi segunda mamá”) para estudiar teatro. Alquilaban un departamento con la ayuda de sus padres, que alcanzaba hasta el día 20 del mes. “Los últimos diez eran a fideos y ni sabía cocinarlos”, se ríe. Trabajó un tiempo de lavacopas en un bar de Palermo y fue Power Ranger en shoppings y eventos, pero el salto no tardó en llegar.

Después de perder un vuelo a Brasil, adonde iba de vacaciones con la familia, recibió el llamado de quien ahora es su representante para ofrecerle un protagónico. “El actor ya estaba elegido, pero me hicieron un casting y a las dos semanas estaba interpretando a Silvio Astier en la película de 1998, El Juguete Rabioso”. Se hizo conocido con Verano del 98, donde interpretó a un adolescente homosexual. “Agradezco haber hecho ese papel porque si no, hubiera sido un galancito más”, dice quien luego participó de varias tiras televisivas, obras de teatro, e incursionó en la música con el grupo Ambulancia. Fue recién en 2009, cuando conoció a la talentosa cantante y actriz Elena Roger, su actual pareja, que la voz interna despertó y juntos empezaron un camino de reencuentro con la naturaleza. Hoy edifican una casa autosustentable en Barracas, donde viven con sus hijos, Bahía y Risco, y trabajan en futuros proyectos medioambientales.

-¿Cómo surgió esa idea?
-En 2009 vi el documental El Guerrero de la basura y me voló la cabeza (N. de la R: el documental trata sobre el arquitecto Michael Reynolds y su método para construir casas autosustentables). Le escribí diciéndole que tenía terrenos en Ushuaia y pude convencerlo para que fuera con su equipo a construir lo que hoy es Navetierra, la primera casa del país que tiene todo lo que el ser humano necesita para vivir sin contaminar. Con Elena estamos tratando de hacer algo similar en Barracas. Compré un terreno con una casa vieja, la tiré y empecé a edificar.

-¿Cómo se conocieron con Elena?
-La fui a ver al teatro porque en la obra trabajaba una amiga. No tenía ni idea de quién era. Cuando la vi me desencajó el alma del cuerpo. No podía creer que un ser humano hiciera eso. La esperé para saludarla y vi a alguien tan simple que se me cayó la mandíbula. Acostumbrado a creer que el glamour era de cierta manera, ella vino a romperme todos los conceptos. Le pedí a mi amiga el teléfono para
invitarla a comer y no nos separamos más.

«De adolescente era el peor. Siempre iba por la fácil y trataba de zafar».

– ¿Quién propuso tener una relación abierta?
-Ella estaba con alguien y me lo blanqueó como un problema, pero para mí fue: “Buenísimo, seguí con los dos, no pasa nada”. Además, ella estaba en Londres, yo no pensaba seguir a distancia y no me interesaba tener novia. Después las cosas se dieron y terminamos viviendo juntos en Nueva York.

-Fue un poliamor adelantado…
-Detesto esa palabra porque para mí se trata de otra cosa. De no ser hipócrita. Fui mentiroso y es un trabajo enorme. Ser honesto es mucho más simple. Nosotros vamos a estar el tiempo que nos hagamos bien y mientras tengamos algo que enseñarnos. No digo que tenga que ser así. A mí me funciona. Y si mañana me hace mal, pasaré a otra cosa. Estoy abierto. No estoy casado, pero lo haría si lo necesitara en algún momento por mis hijos.

-¿Tuviste otras novias además de la cantante Daniela Herrero?
-A Daniela la amo y hablamos todo el tiempo por celular. Nos consultamos cosas de la carrera, le muestro a mis hijos, la vamos a ver con Elena cuando canta. Convivimos cuando me quedé sin casa,
pero nos llevamos muy mal. Después tuve cuatro o cinco parejas estables.

-¿Alguna del medio?
-Sí, pero jamás diré quién (se ríe).

-¿Cómo fue tu infancia en Ushuaia?
-La mejor. Mis días eran hacer una canoa de telgopor en la laguna, ir a cazar patos… En ese momento mataba muchos animales. Tuve que pedir perdón mucho tiempo por eso. Cuando tenía ocho o nueve años mi papá se levantaba temprano para ir a la oficina y antes me dejaba en la pista de esquí, en el glaciar. Después me volvía esquiando hasta la puerta de mi casa.

-¿Siempre supiste que querías ser actor?
-Estaba en la duda porque me parecía algo «muy de puto». La alternativa era educación física.

-Ah, tenías tus prejuicios…
-Todos. Era el peor. Prejuicioso, mentiroso, cazador. Siempre iba por la fácil y trataba de zafar. Me sumergí en la oscuridad. Y fue algo necesario para poder convertirme en lo que soy hoy, cosa que me gusta y me hace sentir orgulloso. Hago mucha investigación espiritual.

-¿Hacés algún deporte?
-De chico jugué al rugby hasta que me partieron la nariz. Fui de la selección de hándbol y de natación, esquiaba y hacía hockey. Era muy competitivo. Ahora hago deportes que tienen que ver más con
la superación personal. Soy buzo deportivo, hago wakeboard, escalada, trekking. Me fascina viajar y siempre busco la naturaleza. El 80 por ciento son viajes de trabajo y son los que me gustan porque
conocés a las personas. Detesto ser turista.

-¿Qué es Gente feliz?
-Es una familia. Cuatro parejas de distintas generaciones que en una puesta en escena muy dinámica, en el Multiteatro Comafi, muestran cómo hombres y mujeres resuelven o piensan el amor, el sexo, la familia, el dinero, desde una realidad muy voraz, con mucha actualidad mediática. Es una comedia, pero por momentos pasa por lugares fuertes y profundos que muestran la carnadura humana. –

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