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Caminata de Wukalina
18/12/2019

Viajes

Caminata de Wukalina, cuatro días por territorio aborigen australiano

En el Parque Nacional del extremo nororiental de Tasmania, los turistas pueden descubrir usos y costumbres de los «palawa», un pueblo olvidado pero vivo.

El momento es perfecto para que cuente la historia de sus antepasados: Rocky Sainty se encuentra en el punto más alto del Wukalina, en el Parque Nacional ubicado en el extremo nororiental de Tasmania, una isla en el sur de Australia.

«Hacemos una bebida dulce de las flores de banksias y los conos de las casuarinas se pueden cocinar y enrollar en azúcar», cuenta el hombre de 61 años mientras respira agitadamente. Hace mucho que ya no sube a esta colina de granito desde la que se divisan los bosques, las bahías y el mar de color turquesa.

Un pueblo olvidado

Sainty aprendió en la escuela que no quedaban aborígenes en Tasmania. Pero los «palawa» no están muertos, sus genes viven en muchos tasmanos.

Paseos por laplaya en el Wukalina Walk.

Desde que se establecieron en 1995 los derechos territoriales de los aborígenes australianos, muchos «palawa» han vuelto a sentirse orgullosos de sus orígenes, y preguntarles si son «medio aborígenes» les parece un insulto. «Si añades leche al café, sigue siendo café«, responden. 

Un proyecto especial de turismo

Desde el año 2018 los viajeros pueden experimentar la cultura palawa en la naturaleza. La caminata de cuatro días con guías aborígenes transcurre a lo largo de la costa y se pernocta en cabañas inspiradas en la arquitectura tradicional.

«Este proyecto es muy importante», dice Clyde Mansell. «Siempre quise crear algo para que nuestro pueblo transmitiera conocimientos sobre su propia tierra». Durante diez años, el presidente del Consejo de Tierras Aborígenes de Tasmania luchó por su proyecto, hasta que surgió el primer operador turístico en manos aborígenes.

Labores tradicionales de los «palawa».

Un campamento romántico

Mansell eligió muy bien la ubicación del campamento base. Lo situó en la desembocadura de un río junto a una bahía. La arena es fina y blanca como la nieve, las rocas redondas y pulidas están salpicadas de líquenes anaranjados. Las olas color jade rompen contra un arrecife, mientras el sol brilla. Un camino de tablones lleva a través de las dunas, desde los fríos mares del sur hasta la sabana.

Sentados en sillas de camping en una terraza de madera junto a la hoguera, los huéspedes aprenden a tallar maderas, a tejer cestas con hierba de caña y a confeccionar bolsas de bebida.

Afortunadamente, Carleeta Thomas es una profesora paciente y una integrante fundamental del proyecto. La joven de 19 años sabe capturar cangrejos y mejillones del fondo del mar e incluso desollar ualabíes con sus propias manos.

Rocky Sainty les enseña a los turistas las tradiciones locales

Los guías y los huéspedes se sientan alrededor de una mesa larga en la cocina, comen cordero o walabi al horno, acompañado de calabaza, pan y frijoles.

Confort en la naturaleza

El nombre del campamento, Krakana Lumi, significa en lengua palawa kani «lugar de paz». Sólo se oyen las olas que rompen a lo lejos. Uno se siente como si estuviese en una tienda de campaña, pero mucho más cómodo.

La buena comida y la cama suave son importantes para la caminata de Wukalina. Además, los huéspedes, hasta ahora principalmente australianos, pagan mucho dinero por esta excursión, que en la temporada pasada solo ofreció cuatro fechas de salida. Este año, entre abril y octubre se realizaron 23 excursiones.

Aún queda mucho por hacer

«He visto cómo los huéspedes cambiaron con esta caminata, cómo lloraron», dice Gill Parssey, de 55 años, gerenta del proyecto.

«Podemos esperar otros 50 años para la reconciliación o podemos traer a los blancos aquí», añade.

Tras la primera noche, a la mañana siguiente, continúa la impactante travesía. Rocky Sainty conduce al grupo de seis hombres y seis mujeres hacia una depresión en las dunas.

«Aquí nuestra gente cocinaba cangrejos y mejillones. Esa era nuestra sala y comedor», explica.

Estas colinas sagradas se llaman Midden y pese a que están protegidas desde 1975, los australianos blancos las atravesaban con sus vehículos todoterreno. También en la costa oeste de Tasmania se vandalizaron antiguas pinturas rupestres pintándolas con esvásticas. Otras se quitaron y se vendieron, cuenta Sainty. 

La historia del faro

El grupo camina por las dunas de una bahía a otra, a lo largo de 17 kilómetros por la playa. Un viento fuerte sopla en la cara.

Larapuna es el nombre que dieron los palawa a la enorme bahía, conocida hoy en día como la Bahía de los Incendios. La historia cuenta que el navegante británico Tobias Furneaux vio muchos incendios cuando navegaba por esa costa en 1773.

En el Eddystone Point, los conquistadores construyeron un faro. «Aquí es donde se reunían las diferentes tribus», explica Carleeta Thomas, destacando que «es un lugar muy especial»

Es por eso que el Gobierno australiano entregó en 2006 este cabo a los palawa con un contrato de arrendamiento por 40 años.

La casa del farero fue renovada para alojar a los excursionistas. Allí los espera una tabla de quesos y un bueno vino delante de la chimenea, el lugar ideal para que Sainty finalmente pueda contar la historia de sus antepasados.

Fuente: Dpa

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