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por el chef Lisandro Botti. Tras haber pasado por fuegos como los del hotel Alvear, Sottovoce, y otros más informales como Cantina Marcelino y Placido, logra en este desafio la alquimia justa entre modernidad, tradición y refinamiento en servicio, platos y sabores. Uno de sus clásicos más pedidos es el cochinillo del Progreso, hecho en horno de barro, pero también se lleva las de ganar en días frios el puchero con técnicas ancestrales. El menú es muy amplio, así como la carta de vinos y tragos, pero hay algunos platos que llevan la ventaja: la trucha con almendras, el revuelto de gramajo y los spaghetti negros con langostinos, vieyras, calamares y mejillones. La hora de los postres es irresistible porque una oferta de flan, cheesecake, marquise, creme brulee y otras delicias llegan hasta la mesa en un carrito de dulces para que el comensal elija según lo que más le atraiga a la vista en el momento. Un espacio para la excelente comida y para largas sobremesas entre paredes que atesoran historias únicas y platos que alguna vez fueron elegidos por algunos de sus socios más célebres como Roque Saenz Peña, Domingo F. Sarmiento, Carlos Pellegrini o Bernardo de Irigoyen. -Andrea Arbelaiz

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Sabores con historia
 

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