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19/02/2018

Tailandia: postales del paraíso

Entre Budas, platos típicos, playas perfectas y un calor espeluznante es un buen punto de partida para conocer la cultura del Sudeste Asiático. Bangkok, su capital y las islas del sur son el paso ideal para adentrarse en oriente.

Cuando se abren las puertas del Aeropuerto Internacional Suvarnabhumi, el calor y humedad de la cosmopolita Bangkok pegan con fuerza y sin piedad. Con más de 8 millones de habitantes, la capital de Tailandia es la provincia más poblada del país asiático. Sus autopistas son enormes y ordenadas. Por las avenidas céntricas, por las que circulan incontables autos, pasan veloces los tuk-tuk, un triciclo taxi con techo de aluminio e interiores tuneados, que sirve al farang –así llaman al visitante extranjero- como opción económica para trayectos cortos.

¡Elemento sagrado! Cada año, a mediados de abril, el pueblo sale a la calle para celebrar Songkran. También conocida como la fiesta del agua, es una de las reuniones más populares del país.

Khao San Road es la vía turística por excelencia. Sobre esta peatonal se ubican hoteles de distinto rango de precio y de día se amontonan puestos de feria que venden los típicos pantalones bali, remeras y objetos varios con estampas de elefantes por doquier. De noche, los bares se llenan de vida y la música occidental copa los parlantes. Por todas partes hay Chang, Tiger y Singha, las tres marcas de cerveza más consumidas.

Los masajes son un imperdible en la región. Los carteles invitan con promociones para pies o espalda y hombros por media hora a un promedio de 150 baths -casi 5 dólares-. Los locales también ubican hileras de reposeras sobre la peatonal para disfrutar de un frotamiento en medio del tumulto. El Fish Spa es otra opción al alcance de la mano: hay recipientes de todos los tamaños con mini pececitos que muerden la piel muerta de las extremidades inferiores con supuestas consecuencias higiénicas y relajantes.

Los puestos de comida también abundan. Los carros de street food varían desde los que ofrecen por 30 baths –más o menos 1 dólar- pinches de pescado frito, bolas de pollo, langostinos, calamares a la plancha, salchichas y tofu; hasta los que montan mesas y banquitos para poder degustar platos thai en cuencos de telgopor y cubiertos de plástico en los que por 5 dólares comen 2 personas con bebida incluida. Además de los arroces y curris rojos, verdes y amarillos, el Pad Thai aparece en todos los menú por tener su versión “not spicy” -frase a la que se recurrirá si se quiere pedir una comida sin nada de picante-. Este plato contiene noodles, alguna carne -camarones o langostinos, pollo o cerdo-, brotes de soja, maní triturado, tallos verdes y lima, va acompañado por una salsa a base de pescado y pulpa de tamarindo que lo hace ser salado, ácido, fresco y dulce a la vez.

Eterna gratitud. Con elaborados trabajos en piedra e imponentes estatuas bañadas en oro, los templos son escala obligada para quienes recorren el país.

Otra gran atracción son los templos. Wat Pho, situado detrás del Gran Palacio -que sirvió como residencia a la monarquía entre los siglos XVIII y XX-, es conocido por albergar al Buda Reclinado más grande de Tailandia: mide 46 metros de largo y 15 de alto, está laqueado y bañado en oro. ¡Sólo los pies del Buda tienen 5 metros de largo y 3 de ancho! En la sala del oratorio hay vasijas de bronce para dejar limosnas que son utilizadas por los monjes para mantener el lugar. Wat Arun, o Templo del Amanecer, es otro de los más reconocidos de Bangkok, está sobre el río Chao Phraya y posee una estupa -típica de la arquitectura budista que sirve para contener reliquias- con vistas de pequeñas porcelanas y cristales que arman un rompecabezas imposible.

El arquetipo de las playas soñadas se encuentra en el sur del país, más precisamente en Krabi, una provincia del suroeste de Tailandia con islas sobre el mar de Andamán, donde las aguas pasan del verde claro al esmeralda hasta lograr un turquesa perfecto. A Railay, una península angosta con mar a ambos lados, se llega desde el muelle de Ao Nang, un balneario continental de la zona, en un viaje en lancha de 10 minutos. Descubrir Phra Nang Nai Cave -la Cueva del Diamante- es fácil: está al final de uno de los caminos que une la costa este con la costa oeste de Railay e impresiona con sus estalactitas y estalagmitas gigantes. En Phra Nang Beach las formaciones rocosas de piedra caliza son el decorado de un mar caliente y calmo, y entre los árboles y las arenas blancas están al acecho los servidores del masaje que extienden sus pañuelos y por 45 minutos transportan a cualquier neurótico al limbo. Los islotes cercanos son idílicos: Tup Island se destaca por ser alargada y tener un fino banco de arena entre aguas de poca profundidad, ideal para practicar snorkel con agua hasta la rodilla y visualizar peces de colores y corales. Otra de las excursiones típicas es una navegación nocturna para ver plancton luminoso en la que hay que ir mar adentro, apagar las luces del bote y sumergirse para llegar a esta alga que en la oscuridad produce destellos verdes.

A 40 km de Railay, también sobre el mar de Andamán, está el archipiélago Phi Phi. El ferri llega a Ko Phi Phi Don, la única isla habitada, plagada de vegetación y palmeras que acompañan la costa plana de arena y agua, ideales para hacer kayak. Su pequeño pueblo, llamado Ton Sai, es de calles peatonales internas, con resorts, bungalows, mini mercados 7-Eleven, y bares, bares y bares en los que la noche no termina nunca.

En Ko Phi Phi Leh está la famosa Maya Bay, donde se filmó la película La Playa, protagonizada por Leonardo DiCaprio. Para llegar a esta bahía es necesario pasar por unas cadenas rocosas altísimas que emergen del mar flanqueando la entrada de esta playa hermosa pero llena de turistas y botes. Otras opciones para ver aguas increíbles y hacer snorkel y buceo son Mosquito y Bamboo Island a las que se accede en alguno de los taxi boat que se encuentran varados cerca del muelle de Ko Phi Phi Don y cuyo precio depende de saber regatear.

En todos los templos y en muchas tiendas, tanto en Bangkok como en las islas, está la costumbre de descalzarse para ingresar. Y la famosa sonrisa tailandesa aparece a menudo, sobre todo cuando un farang pone las manos en señal de orar, agacha un poco la cabeza y con humildad balbucea un Kop-khun-kha si es mujer tailandesa o kop-khun-krub si es hombre tailandés o un simple Muchas gracias en español.

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