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Hace poco más de un año la vida de Marcelo Betancourt se transformó. El cocinero, que hasta entonces regenteaba su propio local en Montevideo, decidió cambiar el paisaje urbano para trasladarse a pleno entorno rural en la costa de José Ignacio. Allí trabaja como chef ejecutivo de Estancia Vik, establecimiento que nació como casa de veraneo de Alex Vik y su esposa y, por iniciativa de ambos, se transformó en hotel boutique de lujo.
Oriundo de la capital uruguaya, el cocinero de 32 años se inició en las huestes de Jorge Oyenard, chef-propietario del restaurante Il Cuoco, en esa misma ciudad. Allí dio los primeros pasos para luego perfeccionarse en el Colegio de Cocineros Gato Dumas, de su cuna natal, y en Le Cordon Bleu, en París. Luego de algunas pasantías en Europa, Betancourt regresó a su país para abrir su propio local, “donde me hice un hombrecito -acota entre risas- y di a conocer mi cocina.”
En Vik responde a una clientela exigente que llega en busca de un servicio personalizado y de primer nivel. “Ofrecemos productos uruguayos de primera calidad, como la excelente carne, respetando los sabores originales, sin grandes salsas ni cremas, con el fin de resaltar los ingredientes nobles con los que trabajamos,” señala. A escasos kilómetros del mar se da el gusto de recibir la pesca del día recién capturada: “Los pescadores locales nos avisan por mensaje de texto que los vayamos a encontrar en la playa, donde filetean el pescado recién sacado delante de nosotros,” revela Betancourt. “Es una experiencia que nunca había vivido como cocinero y la disfruto tanto como los turistas que muchas veces nos acompañan a la compra”.

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Tierra y mar
 

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