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Isabel Vermal, de 39 años, estudió diseño industrial en la UBA, está casada, tiene dos hijas, y hasta octubre último era Country Manager de Kingston, la fabricante de memorias para computadoras, luego de haber sido gerente de marketing en Novell, directora de ventas de Compaq y de HP.
En noviembre último abrió las puertas a un sueño, su propia pastelería, que bautizó Smeterling (de schmetterling, que en alemán significa mariposa).
“Hace un año y medio decidí que quería hacer algo con la pastelería, armé el plan de negocios y logré convencer a mi marido. Fue la venta más difícil –bromea-, pero es quien me apoya y participó desde su rol de ingeniero para supervisar la obra”.
El modelo diseñado por Isabel le permitió “recuperar dos cosas: el café al paso al estilo italiano y la charla con la gente. Acá mis pasteleras ya lo saben: estarán siempre frente a los clientes mientras trabajan”, enfatiza. De esa relación con el público rescata historias: “Como la de un señor que viene a tomar su café de la mañana; le pregunté si le molestaba el ruido de las batidoras y me dijo que al contrario, que le gustaba el sonido porque le recordaba cuando su abuela le estaba cocinando”.
Si algo no tiene lugar en sus estantes son los salados: “La consigna es todo dulce”, aclara Vermal. Menudo desafío en un país afecto a las medialunas y el tostado de jamón y queso. “Sé fiel a tu proyecto” fue el consejo de su marido que la chef propietaria sigue sin desvíos.

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Tentación de damas
 

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