“Vísteme despacio que estoy apurado”, decía aquel conocido refrán y sin embargo acá estamos frente a un Pablo Echarri que hace lo imposible por torcer esa sabiduría medieval. En un sólo movimiento, podrá sacarse la ropa, hacer un par de chistes, y sobre el final, mirar de reojo el reloj que dejó sobre la mesa.
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