No para un segundo. Está atento a la producción de fotos, ofrece café, responde el teléfono, habla con el personal y atiende proveedores. Pero lo hace en armonía y a ritmo cadencioso, incluyendo sonrisas espontáneas. Quizás influya el espíritu familiar dominante, dado que se trata de un emprendimiento del que también participan su mujer y su suegra.
Años atrás Demuru había tenido Nectarine, pero hoy se ocupa del restaurante que rotuló con su apellido. El local en sí es un tema aparte: si se mira al techo, además de las vigas de madera y los paños de vidrio que permiten ver el cielo, se ven dos troncos que nacen de sendos maceteros construidos ad hoc, que salen al exterior por el techo.
En cuanto a la propuesta gastronómica, al ser «de autor», Demuru afirma que «es importante que yo esté en el tema; y es una cocina de mercado, la carta es corta y cambia una vez por estación, con precios acordes a lo que puede gastar el público porque hasta hace poco la mayoría eran comensales extranjeros, pero lentamente vuelven los argentinos».
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