Como nació en Santiago de Chile, es santiaguino, no santiagueño. Sin embargo, su vocación gastronómica nació más al Norte, en Antofagasta, mientras vivió con su abuela porque su madre había emigrado a Estados Unidos a fines de los ’70, cuando él tenía apenas 4. “Era una familia muy matriarcal. Mi abuela tenía 6 hijos y 30 nietos. Nos juntábamos todos en su casa y ella cocinaba rico”, recuerda Javier. En su árbol genealógico todos estaban vinculados a la arquitectura y la ingeniería. Pero (a pesar de haber estudiado tres años Ingeniería y Seguridad) no era lo suyo. “Me fui un año y medio de viaje, anduve por Perú, Ecuador y Bolivia para alejarme de algo que no me gustaba. A la vuelta, me instalé en San Pedro de Atacama, en pleno desierto, donde abrí mi primer restaurante.
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