«Me gusta mantener mi esencia y resguardar mi privacidad, mi casa, mis afectos, mi fulbito, ir a comprar el pan. Al contrario de mucha gente, yo me expongo lo mínimo y necesario. Mi viejo era muy carismático, campechano, muy querible, y me llevaba a hacer las compras y trataba al verdulero como al médico o al juez. Yo heredé ese carisma».
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