“Es increíble, pero en el teatro me siento como en casa”. Confiesa que para ello también tuvo que hacer un importante proceso de cambio interno: “Aún recuerdo el primer día que dejé a Eloy en casa para ir a trabajar. Salí a las 6 de la mañana y él aún dormía. Cuando volví a las ocho de la noche, lo encontré dormido. Ahí nomás, al lado de su cuna, me largué a llorar”.
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