“Estábamos en una finca a dos horas de Bogotá y de repente apareció esta perrita chiquita, llena de pulgas y garrapatas. Cuando ya me estaba yendo me avisan que un señor la había agarrado para abandonarla en la ruta. Ahí me volví loca, con una amiga agarramos la moto y salimos a buscarla. La encontramos hecha un bollo, al lado del camino. Desde ese momento va conmigo a todos lados. La bauticé Milka porque tiene el color del chocolate, es una compañera de fierro”.
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