-¿Cambió en algo la convivencia?
-Sí, necesitábamos dar ese paso. Estuvo bueno empezar a valernos por nosotros mismos en la organización diaria de un hogar. Hoy en día somos una familia, pero sin hijos. Ya llegarán.
-¿A qué se dedica ella?
-Trabaja en el área de marketing y redes sociales en un empresa que, precisamente, representa a rugbiers.
-Hablando de eso, siempre se dijo que este es un deporte machista, ¿coincidís?
-Y… un poco machista es. En el seleccionado no, pero en los clubes todavía persiste un poco esa cultura de que en tal bar o reunión sólo entran los hombres. Pero cada son vez menos esos vestigios. Como en todo, las mujeres han sabido ganarse su espacio. Gracias a ellas, el rugby está dejando el machismo de lado.
-¿Existen las famosas “guinderas” (botineras del rugby)? En las listas de los jugadores más lindos siempre picás en punta…
-Esas listas están todas arregladas, las pagamos nosotros (ríe). La verdad es que nunca tuve contacto con las “guinderas”. En el plantel estamos casi todos casados o en pareja hace mucho tiempo y eso se sabe. En mi caso, nunca me pasó nada que se acerque ni un poquito a la idea de acoso. Esas cosas pasan en el fútbol.
-Tengo entendido que además de rugbier, sos chef. ¿Es así?
-Digamos que sí. Apenas terminé el colegio me metí a hacer la carrera de chef en el OTT College. No pude recibirme por el tema de los viajes pero cursé los tres años. Confieso que lo que más me terminó gustando fue el negocio gastronómico. Mucho más que la cocina en sí. Hace unos años tuve un emprendimiento de catering con un amigo del CASI. Nos iba muy bien.
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