Luz

Y es entonces donde debe aparecer el adulto para guiar el camino. Pero la tarea de establecer límites es aun más complicada en una era en la que se han borrado todas las fronteras, donde todo pareciera apuntar a la satisfacción inmediata. En este contexto son muchos los adultos que buscan solucionar el salto generacional haciéndose amigos de sus hijos. “Las relaciones de amistad entre pares son características del adolescente”, sentencia Ferraris y sigue: “El peligro de que los padres ocupen ese rol es que los jóvenes se queden sin adultos que puedan referenciar otro mundo fuera del propio, lo que será un obstáculo más en ese descentramiento necesario para crecer con otros valorando la diferencia. El adulto ocupa un rol importante en la formación de subjetividades juveniles”. También Clariá enfatiza este punto: “Nuestros hijos tienen muchos amigos, ¡lo que necesitan son padres!” , exclama y explica: “Que los amen y los contengan al mismo tiempo. Y son justamente los límites los que cumplen esta función. Por supuesto, educar con límites es algo que debería poner en práctica desde que los hijos son bebes. No puedo pretender arrancar en la pubertad… o sí, pero el trabajo será mucho más arduo”. “La falta de límites”, desarrolla Ferraris, “se traduce en un ‘Hacé lo que te viene en gana’ y el adolescente se encuentra con la paradoja de que no tiene a qué oponerse (¿se acuerdan de la rebeldía adolescente?) y al mismo tiempo debe decidir y hacerse plenamente responsable de lo que elige. ¡Debe responsabilizarse de decisiones que debieron tomar adultos y no lo hicieron”, remata. Desde la Disciplina Positiva, Clariá agrega: “Como padres debemos educar en los límites de lo que puedo y lo que no; lo que me hace bien y lo que me daña; de lo que conviene esperar”.