“A mis 41 tengo bien claro qué es lo que me hace bien y qué no. Al principio quizá no es tan sencillo decir que no, por las presiones del afuera, pero de todas formas siempre fui consciente de que no tiene sentido destruir tu vida, y la de la gente que más querés y te quiere, por cinco minutos de estupidez”.
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