No le alcanzan las palabras -ni los gestos- para reflejar su agradecimiento por cómo lo recibió nuestro país, al que afirma quería visitar hace rato, ya que acá nació su cuñado, marido de su hermana María. “Por él y por la gente de Netflix sabía que Velvet y Sense8 habían funcionado muy bien, pero nunca me imaginé que tanto. Ya apenas llegué el oficial de Aduana me miró y me dijo: ‘Bienvenido Miguel Ángel’. Fue una sorpresa absoluta todo lo que sucedió acá”, afirma y no hace falta ser muy avezado para coincidir con este galanazo nacido en Valencia, si hasta la misma Susana Giménez hizo lo imposible para conocerlo (y darle un comentado piquito). Seductor, Miguel Ángel invita a sentarse y a tomar con él “unos ricos mates”, infusión que jura haber adoptado para siempre, al igual que ciertos vinos que se lleva de su raíd argentino. “Anoche comí asado y quedé fascinado con la entraña y con un Malbec Saint Felicien que me volvió loco”, asegura. Hoy su base está en Los Ángeles, donde grabó la mayoría de escenas para Sense8 (la serie de Netflix que estrena su segunda temporada el 5 de mayo) y donde espera construir un larga carrera internacional, algo que ya está en marcha hace rato (este año estará en la nueva temporada de Narcos y también le pondrá su voz a Ferdinand, la nueva aventura animada de los creadores de Río y La era de hielo).
-¿Cuál es hoy tu casa, tu hogar?
-En realidad, siento que mi casa es donde esté mi madre. Esa es la definición más básica de hogar que se me ocurre. Pero lo cierto es que hoy ella está viviendo en España y yo estoy dando vueltas por todos lados, con un pie firme en Los Ángeles. En unos días nos reuniremos con ella en Nueva York, ya que irá para la premiere mundial de la nueva temporada de Sense 8. Ella es mi fan número 1.
“Hoy estoy soltero. Mi madre siempre me dice: ‘¡he leído en los diarios que estás de novio!’. Y yo siempre le respondo: ‘mamá, no siempre es verdad lo que lees. A veces sí lo es, pero otras no’. Y eso mismo le digo a todos”.
-¿En que ciudad vive?
-En Benicasim, la misma en donde me crié y donde también vive mi hermana con mi cuñado argentino.
-¿Extrañás ese lugar?
-Echo de menos las paellas, mis amigos y mi familia pero hoy soy más ciudadano del mundo que nunca. Los Ángeles tiene algo que me ayuda mucho en la adaptación: excelentes olas para surfear, algo que deseo con fuerza desde chiquito ya que el Mar Mediterráneo es muy planchado. En esa ciudad, además, están muchos de los sueños que persigo desde siempre. A varios los veo pasar y me digo: “Ay ¡casi lo atrapo!”. Es como con las olas… (Piensa) Ahora que lo digo en voz alta me doy cuenta de ese paralelo, el trabajo y las olas llegan cuando tienen que llegar. Y así también se van. No hay que volverse loco con él éxito, eso es algo que aprendí luego de (la novela) Sin tetas no hay paraíso.
-Según contaste, esa serie te detonó una gran crisis…
-Sí. Basicamente, tenía mucho miedo de que la gente se diera cuenta de que era muy diferente a ese personaje que había sido tan querido. El Duque era un galán bien romántico, con mucha clase y estilo y yo me sentía un tipo más bien de pueblo, un poco “tacky”… cache sería la mejor traducción. (ríe). Después de ese proyecto, estuve sin trabajar casi un año y medio. Y me costó mucho volver a empezar. Ahí entendí que es un privilegio total que la gente te quiera. Y que hay que estar preparado para disfrutarlo.
-Decías recién que aquel personaje era muy romántico. ¿Vos no lo sos?
-Bueno, en eso sí nos parecemos un poco más. Mira, mi abuelo, que en paz descanse, era un auténtico ligón, le encantaba seducir a las mujeres. Especialmente cuando se curó del duelo por la muerte de mi abuela. Ahí le dio rienda suelta a su galantería. Recuerdo que todos los días usaba una pajarita (lazo) distinta y llevaba un encendedor Dupont con sus iniciales grabadas. Si bien a lo último había dejado de fumar, lo tenía siempre para darle fuego a las mujeres. (ríe). Yo no soy tan chulo o cool como él, pero algo heredé seguro. El gusto por la ropa, para empezar.
-¿Tenés prendas o accesorios fetiches?
-Sí, soy fanático de las chaquetas y los relojes. Y del Dupont de mi abuelo, que conservo con mucho amor.
-¿Tenés ganas de ser padre?
-Me encantaría, tengo muchísimas ganas la verdad. Tengo dos sobrinos que son mi perdición. Viven en España y llevan a pleno su sangre argentina. Dicen “yuvia” (exagera la pronunciación con y). Con eso ya se destacarán para siempre viviendo allá.
-¿Estás en pareja?
-No. Estoy en plena búsqueda.
-Si me dejo llevar por Google, hace poco tuviste un romance con una surfista (Laura del Río)…
-Mi madre siempre me dice: “He visto esta noticia, ¡estás de novio!”. Y yo siempre le respondo: “Madre, no siempre es verdad lo que lees. A veces sí lo es, pero a veces no”. Y eso mismo le digo a todos.
-¿Cómo sería tu cita perfecta?
-La tuve hace poquito, no voy a revelar con quién pero fue en Los Ángeles. Armé en casa todo perfecto para ver, acompañados por un rico vino, el capítulo de Chef’s Table sobre Niki Nakayama. Cuando terminó, fuimos a su restaurante, el mismo del que hablaba el episodio y al que había reservado previamente mesa para dos. Fue genial. Ojo, también me gustan las citas totalmente descontracturadas: comprar un café en el 24 horas 7-Eleven y caminar juntos por la montaña. La simpleza también me atrae mucho.
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