Un piso adornado por cajas de mudanza (la mayoría, a medio llenar), juguetes y peluches y el clásico “gimnasio” para bebés. Ahí nos recibe Emilia Attias, que aún sufre los coletazos de su última gripe. “Es la tercera en un mes, se ve que me está afectando la falta de sueño”, comenta con una de esas sonrisas que dicen todo: felicidad plena, apenas matizada por una pizca de cansancio. Al lado de ella, pidiéndole upa a puro ojazo, está Gina: la hermosa hija que tuvo hace seis meses con su marido Naim Sibara, conocido por todos como “El Turco”, aunque para la actriz y modelo de Multitalent Agency es simplemente “amore” o “Nani”. “Si bien algo intuía, Gina me demostró que ser mamá es la experiencia más trascendental y significativa. Todo se reconvierte en algo nuevo y distinto con ella. Nuestra pareja, de hecho, se transformó en una familia”, comenta. Hogareña (aunque en busca de una nueva casa, más amplia y con jardín), maternal y muy babosa. Así está la actriz hoy, disfrutando del primer año de su beba y estudiando propuestas laborales que, admite, aún no la tientan del todo.
-¿Rechazaste muchas ofertas en este tiempo?
-Sí, demasiados creo… (sonríe). Pero bueno, sé que es una etapa muy especial ésta, Gina me necesita a full y la verdad es que yo la extraño cada minuto que no estoy con ella. Quiero vivir este idilio a pleno, sé que no vuelve. Dicho todo esto, lo cierto es que mi idea no es quedarme en un futuro todo el día en casa. Ya volveré a trabajar. Y supongo que en muchos casos la incorporaré a mi rutina laboral. Me re divierte y entusiasma la idea de ser una mamá canguro.
-¿Cómo es Gina?
-Ufff. Muy especial, enérgica y activa y con mucha luz. Tiene mis ojos, y muchas cosas de Naim. Su boquita, sus expresiones…. Y es súper comilona como los dos. De hecho tiene casi el talle de una bebé de un año, pesa ocho kilos y medio. Ahora está con sus primeras papillas y le encanta comer. Es muy fácil para todo. La verdad es que estoy enamoradísima de ella.
-Durante tu embarazo, provocaste bastante ruido con aquella declaración de “quiero parir como toda hembra”…
-Sí, fue una frase que se recontra descontextualizó y desvirtuó. Yo no hablaba de una hembra a nivel sexual, sino de algo más básico y primario que tenía que ver con mis ganas de atravesar un parto lo más natural posible, algo que por suerte se dio de manera muy hermosa. Ojo, para eso buscamos mucho al equipo adecuado de obstetra y partera. Ellos me contuvieron y ayudaron mucho en todo momento. De hecho, gran parte del trabajo de parto lo hice en mi casa junto a la partera. Y todo el proceso fue menos doloroso de lo que suelen decir. La última hora es la más pesada y sufrida, pero incluso a esa etapa llegué con mucha paz y calma. Mi partera me contó historias de mujeres que incluso llegaron a morder a sus maridos. Pero no me lo decían a nivel: “¡mirá que locas!” sino para que entienda que es un momento único, que está muy estudiado y analizado como un regreso a lo más primario y salvaje de nuestra naturaleza. Es como un trance en el que la mayoría de las mujeres casi ni se reconoce a sí misma. Suele pasar que después les cuentan a esas mujeres lo que dijeron o hicieron y no lo pueden creer.
-Leí que tu parto fue sin anestesia…
-Sí, no la necesité. Es complejo de explicar, si bien sentía un dolor fortísimo, no era algo punzante, que me pinchara. Temblaba y sentía como se me abría la cadera pero era un dolor más bien grave, como general de todo el cuerpo.
-¿Quién te guió en ese camino de “maternidad al natural”?
-Digamos que fue un proceso largo. Cuando quedé embarazada me sentí como desnuda, todo me parecía nuevo y extraño. Sobretodo porque en aquel momento no estaba buscando ser mamá. Simplemente sucedió y así lo recibimos los dos, como una gran bendición. De a poco me fui metiendo en ese mundo y empecé a charlar con otras madres, médicos, mis hermanas, mi mamá. Comencé a entender esto de tomar decisiones en nombre de una personita que aun no nació y que depende y dependerá ciento por ciento de vos.
«Un hijo siempre te va a quitar espacio y tiempo de intimidad. Pero si hay amor, lo terminás encontrando».
-¿Y hoy qué tipo de madre sentís que sos?
-Una muy presente y dedicada. La verdad es que no me caso con ninguna doctrina en particular. De la medicina alopática hay muchas cosas tóxicas pero no por eso la descarto del todo. Las vacunas, por ejemplo, se las dimos todas hasta ahora. Después incorporaré otras cosas de la homeopatía y de otras medicinas alternativas. Si te llevás por el manual tradicional, quizá sea más fácil todo. Pero no me interesa ser una madre en piloto automático, quiero analizar y elegir cada paso a consciencia.
-¿Como recordás tu propia crianza?
-Muy feliz. Bien al estilo tradicional, de familia italiana, madre que ama de casa, que cocinaba y hacía de todo por nosotras. Tuve una infancia de mucho amor, calor, puchero y mimo, todas cosas que me parecen esenciales. Y espero poder repetir eso en mi propia casa.
-¿Te entusiasma la idea de agrandar la familia?
-Sí, totalmente aunque admito que ya no me imagino madre de tantos. En un momento tuve esa idea a pleno. Disfruté tanto mi infancia llena de hermanos que quería repetir ese modelo. Pero hoy, que ya tengo 30 años y fui madurando mi propia voz, siento que no podría tener una familia numerosa. Mi vida de por sí es muy activa y demandante, siempre llena de viajes, proyectos, compromisos de día, de noche…. . No tengo la vida que tuvo mi mamá, que se dedicó por completo a nosotros.
-De repente, vos y Naim se transformaron en una pareja empresaria, ya tienen dos locales propios: el restaurante Poe y el bar de cervezas artesanales Cadillach (ambos en el bajo Nuñez)… ¿Se viene un futuro ligado a la gastronomía?
-(Sonríe) Digamos que para Naim era un destino casi natural, su familia tuvo siempre este tipo de establecimientos y si bien el eligió un camino más ligado al arte, lo cierto es que lleva el rubro en la sangre. Lo que me gusta mucho de ambos locales es que funcionan y están bueno por sí solos, no es que la gente los asocia a nosotros. Es más, la mayoría no tiene idea de que son nuestros.
-¿Ustedes van mucho?
-Naim todo el tiempo pero yo dejé de ir bastante. Antes solíamos cenar ahí cuatro veces a la semana pero ahora con la gorda es medio imposible.
-¿Tenés miedo de que la Emilia mamá se “coma” a la Emilia mujer?
-No, para nada. Me permito disfrutar cada cosa en su debido momento. Me parece re normal estar hoy super pegada a ella. No siento una lucha interna en ese sentido.
-Y a la pareja, ¿pensás que le afectará en su intimidad?
-Y… estos primeros meses la bebé se lleva gran parte de la atención, es cierto. Pero en nuestro caso esa prioridad fue una sensación compartida. No es que él se ponía celoso o demandante y yo nada. O al revés. Estuvimos los dos muy conectados con ella. Es como nuestra droga, nuestra perdición… (sonríe). Las piezas ya se acomodarán solas. Me parece que ese tipo de fricciones aparecen cuando alguno de los dos no está viviendo la maternidad/paternidad de la misma manera. Un hijo siempre te va a quitar espacio y tiempo de intimidad. Pero si hay amor, lo terminás encontrando.
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