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16/06/2017

Ropa para habitar

Por Flor Rodríguez Petersen l Apasionada por las telas y por el modo en que uno vive los espacios, la arquitecta Mariana Pussacq incorporó una línea de ropa a Casa Almacén, un emprendimiento en el que brinda servicios de arquitectura, ambientación y tintura de telas, entre otros.

Transformar cualquier espacio en un refugio original y lleno de vida parece ser la consigna para Mariana Pussacq, alma mater de Casa Almacén. De aspecto desonctracturado y al mismo tiempo atenta a cada detalle, la arquitecta entra al taller que tiene en uno de los galpones de la Algodonera Flandria y posa la mirada en sus sitios predilectos: la esquina donde experimenta con tinturas, con tubos de ensayo y frascos llenos de líquidos de colores; las máquinas de lavado y centrifugado donde acondiciona las telas que luego utiliza en decoración e indumentaria; un perchero antiguo del que cuelgan telas con los colores de la temporada (azules al frente, pero también algo de ocre y negro gastado); un par de mesas interminables donde dos obreros están pintando rayas a mano en una lona…

Tal como hace desde que comenzó a ejercer esta profesión, optó por mantener la estructura original del galpón pero imprimiendo su huella en cada rincón. “Desde el principio hice refacciones de departamentos antiguos, me gustan las cosas que tienen alguna carga histórica más que levantar paredes”, dice al tiempo que recuerda que siendo todavía una niña disfrutaba imaginando el interior de las casas que veía en el trayecto de su casa a lo de sus abuelos. “Siempre me gustó. En mi familia hay muchos arquitectos e ingenieros. No significa que estudié esta carrera por eso pero debe haber existido algo genético”, arriesga esta arquitecta egresada de la Universidad de Belgrano que ahora también tiene su propia línea de ropa.

“En el exterior me entienden más con el tema de la ropa. Acá está todo bien y hay gente a la que le hago cosas súper coloridas. Pero es diferente. A la argentina le importa mucho pertenecer, no arriesga tanto”.

-¿Siempre te interesó la ambientación?
-Me gusta imaginar cómo son las casas por dentro, tiene que ver con que me agrada lo íntimo y creo que de ahí viene este deseo de combinar texturas para armar algo escenográfico. Para mí ambientar una casa es elegir la escena en la que querés vivir.

-¿Cuándo empezaste a trabajar con tejidos?
-Hice interiorismo desde que terminé la carrera y no encontraba telas que me gustaran en los locales de decoración. Veía muchas casas con cosas parecidas y eso me impulsó a experimentar. Desarrollé 50 colores que usaba sólo para mis decoraciones. Hay un tono de rosa, que ahora está a full, que es el número dos del catálogo: ¡Lo tengo hace un montón! Así descubrí variantes que me encantaban y usaba para mí. En algún momento la gente me los empezó a pedir: una amiga, una clienta, un arquitecto conocido y comencé a teñir para otros. Se usaba mucho blanco y arena. Los colores insólitos no me los pedía nadie.

-Igual, es toda una gama bastante combinable…
-Sí, con un mueble vintage van perfecto. Lo que pasa es que la mujer argentina es muy tradicional y le dan miedo los colores. A mí me encantan estos tonos, pero mal puestos capaz que quedan mal y por eso hay muchos que prefieren evitarlos. Hay poca gente jugada pero, gracias a Dios, tengo clientes copados que me dejan usarlos libremente.

-¿Ellos buscan telas o te piden que decores sus casas?
-¡Hago todo! Incluso me ha pasado de tocar un poco las estructuras y entelo siempre que puedo porque es un arte ideal para generar climas, mejora la acústica y crea ambientes que impactan en todos los sentidos. También vendo telas en rollos a estudios de arquitectura que eligen tonos del catálogo.

“Uso tejidos que son de decoración, siempre tengo la camioneta llena de telas y empecé a hacer unos ponchos para nosotros. Una vez estábamos en Nueva York con Gerónimo (Favaloro, su pareja), y nos pararon para preguntarnos de dónde era la tela y de qué marca era el poncho”.

-¿Cómo fue el pasaje de la deco a la ropa?
-En realidad uso tejidos que son de decoración, siempre tengo la camioneta llena de telas y empecé a hacer unos ponchos para nosotros. Una vez estábamos en Nueva York con Gerónimo (Favaloro, su pareja), y nos pararon para preguntarnos de dónde era la tela y de qué marca era el poncho. Ahí me dí cuenta de que podía darle una vuelta. Primero hice capas y ponchos, después camisas, sacos y remeras. Siempre digo que mi ropa, que tiene terminaciones deshilachadas, no es producto terminado -que tiene estar perfecto- sino que es algo inacabado, como andar con bocetos por la calle.

-¿Te distrae esto de tu trabajo como arquitecta?
-No. Todo se complementa. Descubrí que es lo mismo diseñar un espacio que una prenda o un objeto. Es todo el mismo proceso.

-¿Qué partes de este proceso te entusiasman más?
-Todo lo que sea crear. Hacer algo que no existe y lograr que se haga realidad. En contraposición, lo que más me cuesta, es darme cuenta de que tengo una empresa y todo lo burocrático que eso implica.

-¿A dónde te gustaría llegar con la marca de ropa?
-Nos va muy bien afuera. En el exterior me entienden más con el tema de la ropa que es bastante jugada. En septiembre vamos a una feria en Londres y me doy cuenta de que yo me siento más libre allá. Acá está todo bien y hay gente a la que le hago cosas súper coloridas. Pero es diferente. A la argentina le importa mucho pertenecer, no arriesga tanto.

-¿Por qué se llama Casa Almacén?
-Cuando empecé con la arquitectura, siempre decía que no tenía un estudio sino un almacén donde brindaba servicios muy variados… Como los almacenes de ramos generales, acá uno puede encontrar cualquier cosa: interiorismo, textiles, ropa, de todo un poco.

 

 

 

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