Buenos Aires, capital del teatro. Mezcla de slogan, con efectiva marca de identidad, esa máxima ya se ha metido con fuerza en la cabeza de los porteños (casi tanto como el psicoanálisis podría decirse…). Con un número de salas siempre en ascenso (se calculan que hoy hay unas 200 en total, contando el circuito oficial, el comercial y el cada vez más prolífico circuito off), la capital porteña se ha equiparado hace rato (y en algunos casos, superado) a otras plazas teatrales como Nueva York, Londres, Berlín y París. Lo bueno es que lejos de dormirse en los laureles, la ciudad parece decidida a innovar cada vez más en la materia, apelando a nuevos formatos, ideas y, sobre todo, a un nuevo tipo de espectador.
“Es muy gratificante ver que entre el público que se acerca hay mucha gente no habituada a ir al teatro”, comenta Julieta Novarro, dueña y curadora de Microteatro, la propuesta que hace poco desembarco en el país y ya sorprendió a propios y extraños con su combo de comida gourmet y “micro-obras” de apenas quince minutos de duración, en salas de 15m2, donde no entran más de quince espectadores.
“Con Pablo Bossi, mi socio, conocimos la propuesta en España y nos quedamos deslumbrados, por lo distinto, lo disruptivo y lo innovador”, cuenta y enseguida admite que el espectador millennial, tan acostumbrado al formato on demand es parte esencial de un target que, de todas maneras, ya demostró una sólida heterogeneidad. “Vienen jóvenes sí, pero también gente muy grande y en todos los casos vemos la misma disposición a querer volver y a completar a su gusto y manera la experiencia. Hay una nueva forma de consumir entretenimiento y el teatro no puede ser ajeno a eso. Hace diez años quizá hubiese sido impensada una idea como Microteatro. Pero hoy es casi indispensable”, afirma.
También con el número 15 como emblema (aunque de manera bien distinta) aparece Diarios de 15, la obra que la dramaturga Ana Alvarado creó junto a la Compañía de Titiriteros de la UNSAM y que recrea el vasto mundo adolescente basado en extractos de diarios de chicas y chicos que atravesaron sus quince en las décadas del ‘70, ‘80, ‘90 y 2000. “Se trata de una propuesta teatral con características performáticas: el público debe hacer un recorrido que es guiado, y también participativo ya que en varios tramos, los que funcionan de nexo entre cada secuencia (de unos ocho minutos como máximo), se los invita a bailar”, explica Alvarado, experta local del llamado “teatro de objetos” (del cual Diarios de 15 también forma parte). “Actuamos con títeres, pantallas, cajas y otros soportes, y también indagamos mucho en la propias proyecciones del cuerpo entendido como objeto”, resume.
En Rrom, por otra parte, la invitación es clara desde el vamos: “Queremos que todos los espectadores formen parte de una familia gitana”, comenta Romina Sak, una de las jóvenes dramaturgas detrás de la compañía que el año pasado estrenó, y con mucho éxito, Usted está aquí. Rrom (vocablo que identifica a la etnia gitana dispersa en todo el mundo) nació de hecho de una escena de aquella obra que terminó adquiriendo vida propia: la de un casamiento gitano. “Nos interesa otorgarle cierto poder al espectador, que deje de ser testigo y pase a ser miembro activo de la obra. Lo bueno es que todos toman el rol asignado con mucha decisión, se animan a desplegar a full los personajes”. El baile, por supuesto, es una parte constitutiva del espectáculo al igual que su íntima interacción con el espacio (la singular Sala de las Columnas, en el Konex). “Es una propuesta ciento por ciento inmersiva. Y festiva. En medio de tanta pálida nos entusiasma la idea de ‘celebrar la vida’ junto a estos personajes y al público”, señala.
«Hace diez años quizá hubiese sido impensada una idea como Microteatro. Pero hoy es casi indispensable”, Julieta Navarro.
Código 360: Autopsia, por último, es el título de la obra que llevará esa premisa –la de la inmersión- al máximo. ¿Cómo? Con la utilización por parte del público de los modernos auriculares inalámbricos Silent Sounds, los mismos que se usaron durante el recordado concierto de Metallica en la Antártida. El director de esta novedosa puesta, que se estrena en octubre en el Complejo La Plaza, Marcelo Rosa, reseña: “La trama, un policial de suspenso, transcurre en un futuro cercano, en una suerte de mundo Black Mirror en el que parte de la acción se podrá seguir únicamente a través del sonido envolvente de los auriculares”, relata a la vez que asegura que la búsqueda de nuevos espectadores es una de sus premisas: “Es nuestra intención –afirma-. La inclusión de elementos tecnológicos, como los auriculares o las proyecciones tipo mapping, generan un relato mucho más dinámico y nos permiten transportar al espectador a mundos que antes sólo el cine se atrevía a narrar”. Como los demás entrevistados, Marcelo cree que estas nuevas maneras de relatar historias llegaron para quedarse. “Si bien no es sencillo crear un espectáculo de estas características (nosotros llevamos trabajando en él varios años), consideramos que es un aporte más para acercar gente a las salas. No pensamos sólo en meros efectos, sino en una buena historia y en cómo fortalecerla a través de lo tecnológico”, sentencia. Julieta Novarro coincide: “Es importante transcender la novedad, la ‘moda’ y lograr que las propuestas se sostengan en el tiempo. Y con calidad. Apostamos a eso”, concluye.
Teatrix. Obras en casa.
Nació hace más de dos años con un objetivo que se intuye ya desde su propio nombre: ser el Netflix del teatro. Y sí, en la era del streaming y del on demand, las artes escénicas también debían decir presente. “Tu mejor sillón es tu mejor butaca”, invitan desde Teatrix y ofrecen un amplio catálogo, en calidad HD, de obras mayormente nacionales, pero de todas las épocas (de hecho hubo varias que fueron restauradas por la propia plataforma). También hay algunas propuestas de Broadway y otras tantas de Brasil. Se destaca el segmento de musicales y de alternativas “jóvenes”, con varios títulos del off local. El abono mensual cuesta 150 pesos.
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