¿Una dirección de mail?, ¿Una página web? ¿Un contacto por WhatsApp? Nada de eso, estamos aún a comienzos de los ‘90 y Gastón Ugarte, por entonces de 15 años, era un adolescente ciento por ciento analógico que, en su afán de cumplir sus sueños, no dudó en buscar la dirección física de The Walt Disney Studios (tarea que era mucho más compleja que tipear el nombre en Google), escribir una carta, adjuntarle su portfolio de dibujos y despachar todo por la empresa de correos. Ningún chequeo de lectura o de recibido, claro, sólo una larga espera que con los meses se convirtió en triste desilusión. “Finalmente, cuando menos lo imaginaba, llegó la bendita carta”, recuerda Gastón y enseguida aporta el anticlímax: “por supuesto, no se trataba de ninguna bienvenida ni nada por el estilo sino de una respuesta bien simple y concreta: muy lindo todo pero ponete a estudiar”.
La misiva, además, le aconsejaba varias escuelas y universidades donde hacerlo y a esa labor se dedicó durante los últimos años de la secundaria. “Mandaba faxes, esperaba respuestas y formularios, los volvía a mandar y así… Era todo a un ritmo impensado para hoy”, comenta. En 1998 hizo finalmente las valijas y se fue a estudiar y “a probar suerte” a La Florida, Estados Unidos, país que logró conocer bastante gracias a un sinfín de experiencias.
“Siempre le digo a mi equipo que somos como Dios, tenemos que construir todo desde cero. ‘Y se hizo la luz’ es nuestro lema”.
“Mi primer trabajo como ilustrador fue reconstruyendo siniestros para el Poder Judicial, recorrí todo tipo de ciudades y cortes dibujando accidentes de tránsito”, rememora con una sonrisa que contagia. Vivió en Miami, Nueva York, Los Ángeles y San Francisco, su actual ciudad desde que Pixar lo sumó a sus filas, en 2005. “Siento que sigo viviendo en un sueño. Si bien me costó un poco la adaptación a una idiosincrasia tan diferente, la verdad es que estoy en un lugar de privilegio, rodeado de talentos y de una calidad humana increíble”, afirma el hoy el Supervisor de Modelado de Sets de Disney-Pixar (cargo que ostenta desde Un Gran Dinosaurio).
Su trabajo, básicamente, consta en crear los mundos (sets, escenografías) donde habitan los personajes animados. “Siempre le digo a mi equipo que somos como Dios, tenemos que construir todo desde cero. ‘Y se hizo la luz’ es nuestro lema”, cuenta divertido. Sobre la distancia con su Tucumán natal, comenta: “Si bien nunca dejaré de extrañar mi tierra, allá pude formar mi propia familia, me casé con una tucumana y tuvimos dos gringuitos con ADN bien argentino: Tomás (11) y Felipe (8). El primero nació en Los Ángeles, en una de las clínicas más top que hay, la Cedars-Sinaí de Beverly Hills. Nació con destino de celebrity”, ríe Gastón. Con gracia, admite que es difícil que ambos hijos entiendan que su trabajo es eso, un trabajo. “Aman la animación, se conocen mi oficina y todo Pixar de memoria y el más grande ya tiene decidido que va a diseñar jueguitos electrónicos. La verdad es que dibuja muy bien, y lo digo como animador profesional, no como padre”, concluye entre risas.
Mundos imaginarios
Wall-E, su primer trabajo para Pixar, siempre tendrá un lugar especial en su corazón. “Recién arrancaba y me tocó trabajar en los sets de Trash City (la ciudad basura donde vive el robot protagonista). Fue algo inolvidable”, comenta. Después llegaron Up, Valiente y Un gran dinosaurio, su primer proyecto como Supervisor de Modelado de Sets. “Por primera vez, tuve que estar detrás de todos los escenarios y eso fue genial. En Coco (estreno del próximo 11 de enero en nuestro país) fue donde más me animé a dejar mi huella. El hecho de que sea un proyecto tan latino hizo que inevitablemente me sintiera más cerca de cada detalle. Ni que hablar del pueblo de Miguel, para el cual utilizamos muchas referencias mexicanas pero también un par que procedían de Purmamarca, Jujuy. Fue un mini lujo que me pude dar”, concluye.
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