La vimos, como casi siempre, posar en los más exclusivos eventos de Punta del Este, ciudad que la volvió a tener como invitada top en esta temporada veraniega, aunque no como turista estable. Sí, demostrando un poco su estilo gitano, Belén Chavanne prefirió hacer base en Oceanía del Polonio, un páramo igual de agreste -pero mucho más solitario- que el mítico balneario Cabo Polonio, del que está separado por unos 10 kilómetros de playa virgen. Allí se instaló junto a su novio, el músico, actor y comediante Julián Kartún, que hace ya más de un año se convirtió en su gran compinche y amor. Inquieta, camaleónica e hiperactiva, Belén arrancó su carrera como modelo, luego se afianzó como actriz (trabajando en cine y televisión) y en estos últimos años acumuló títulos que asegura no la representan demasiado, como DJ o “infuencer” (tiene unos 70 mil seguidores en Instagram). “Detesto esas etiquetas. Influencer directamente me parece el término del horror… (ríe). Fuera de broma, odio cuando me llenan de comas, onda: “actriz, influencer, DJ…” Hago diferentes cosas, pero ninguna me define”, comenta antes de concluir: “En mi bio de Instagram hace poco puse: ‘me gusta contar historias’. Creo que eso es lo más cercano a una definición de mí misma”.
-¿Creés que hoy las redes sociales son una salida laboral más?
-Mirá, yo trato de ser muy cuidadosa con las acciones o firmas con las que me asocio. Soy vegetariana, por ende no me verás nunca hacer una acción con una hamburguesería, por ejemplo. A lo que voy es que no haría nada que no tenga que ver conmigo, con mi vida real. En este último tiempo hubo como una explosión de “influencers” en Instagram y creo que el próximo paso será una depuración de esas cuentas. Hay un montón de chicas y chicos lindos que se muestran en lugares increíbles y soñados, pero en definitiva, ¿que están contando con eso? ¿Hay algo sustancioso, creíble detrás de esas imágenes? Yo creo que eso es lo que indefectiblemente va a cambiar.
-¿Vos podrías dedicarte sólo a tus redes? Desde lo económico al menos…
-No lo sé. Creo que lo que pasa allí también funciona en parte por lo que hago como actriz. De cualquier manera, si fuese millonaria, también elegiría actuar. No me imagino no haciendo eso que tanto amo. Aunque me paguen tres veces más por una foto de red carpet en Cannes, yo me quedo con la película que me llevó hasta ahí.
-¿Te interesa la televisión, un medio donde no se te ha visto tanto?
-Me interesa trabajar en un proyecto que me conmueva o me interpele. El formato es lo de menos. Puede ser para celulares, como la serie (Ahí afuera) que filmé el año pasado y fue una de las mejores experiencias laborales que tuve. La hicimos para la app Studio+, se rodó íntegra en la Patagonia y terminó nominada al Emmy Internacional como Mejor Serie de Formato Corto. Fue un sueño esa experiencia e insisto: siempre importa más la historia que el soporte. De hecho me divertiría mucho participar alguna vez en un culebrón televisivo.
-Tenés 28 años y todo un camino por delante. ¿Te gustaría convertirte en una actriz popular?
-Como actriz, siempre voy a querer que me vean, y eso conlleva necesariamente al reconocimiento. Es algo lindo. Pero siempre y cuando no sea invasivo, y eso también es algo que un puede generar o no. Si hacés de tu vida una novela, es muy probable que después se te complique encontrar espacios de privacidad.
-Hablando de eso, hace casi un año y medio que estás de novia con Julián Kartún. ¿Cómo se conocieron?
-En el festival de música BUE, a fines de 2016. Apenas lo vi supe que ahí había algo fuerte. “Este chico es cosa seria”, me dije. Lo saludé porque lo tenía visto de un cumpleaños de una amiga en común. Ahí nomás lo invité a tomar unas cervezas post recital con el grupo que yo estaba. Jamás fue. Le quemé la cabeza a mi amiga, no me dio bola, le mandé un par de mensajes y nada. Hasta que al poco tiempo me lo crucé en otro lugar y lo encaré sin drama: “Che, ¿por qué no me respondes mis mensajes?”. Fue muy loco. En general soy tímida y vergonzosa pero cada tanto me mando esas locuras. ¡Por suerte!
-¿Es tu relación más duradera hasta ahora?
-No. Pero sí es cierto que nunca estuve tan bien. Empecé el año 2017 muy enamorada y ahora arranco este 2018 más enamorada aún. No está mal, ¿no? En realidad, estar enamorada es fácil, construir a partir de eso es lo complejo.
-¿La monogamia te cuesta?
-No, yo soy ciento por ciento monogámica, me sale ser así, aunque no le exijo a los demás lo mismo. Soy consciente de que el mundo actual atenta un poco contra la fidelidad. A Julián siempre le digo: ‘si tenés una inquietud, te agarran ganas o lo que sea, contámelo y vemos’. Si es hablada, esa otra historia pasa a ser otra cosa. Yo hago mucho hincapié en la honestidad. Si no te traicionás a vos mismo, ni al otro, nada malo puede pasar. Con Julián por suerte estamos en la misma sintonía. Somos muy honestos los dos. Y cero celosos.
-¿Ni un poco?
-Bueno, supongo que a él le pueden incomodar ciertas escenas íntimas al igual que a mí me incomoda verlo recibir corpiñazos cuando toca con su banda (El Kuelgue). Pero es parte de lo que somos. A él, igual, son muchas las chicas se le tiran encima. A mí no me pasa, ¡ni de cerca! (ríe). Pero no soy posesiva. Y no podría estar con alguien posesivo.
-¿Conviven?
-Sí, desde prácticamente el primer día de la relación. Creo que los dos somos bastante simples para convivir. A mí lo único que me puede llegar a molestar es el desinterés y la desidia. El desorden no me preocupa. ¿La rutina? No la conozco. Con Julián no tenemos horarios fijos y nos encanta que sea así. De repente un día son las tres de la tarde y nos hacemos una escapada al cine. Vamos al Gaumont, nos fumamos un porrito y nos tomamos un café… Hermoso plan. No somos de ver muchas series, de hecho me gustaría incorporarlas más. La última que vi que me voló la cabeza fue The Handmaid’s Tale.
-Viajaste con Chanel a varias ediciones de la Semana de la Moda de París. ¿Te interesa todo ese mundo fashion?
-Sí. A la última edición fui con Julián, estuvimos en primera fila y fue una experiencia alucinante. La moda siempre me interesó. Me parece una rama más del arte.
-Julián es bastante conocido en redes, y suele vérselo en proyectos autogestivos como las series para Internet Cualca y Por ahora. ¿Te interesa ese campo de acción?
-Sí, de hecho ahora estamos armando un proyecto juntos, muy copado, para el cual incursionaré en la dirección y edición… Es para Internet y mezclará la actuación y la música. La verdad es que la autogestión siempre me costó mucho, pero con Julián aprendo a full. Él, por ejemplo, no tiene representante y no para de laburar. Escribe, actúa, toca con su banda (El Kuelgue)… Lo admiro mucho por eso.
-Sos amiga de Calu Rivero, ¿cómo viviste todo lo que sucedió a partir de la carta que publicó denunciando un acoso de parte de Juan Darthés?
-Uff. La verdad es que en principio viví con mucha tristeza la respuesta inmediata de mucha gente, que salió a acusarla de “buscafama” y un montón de cosas más. Una locura. Hay todo un sistema cultural que enseguida se encarga de negarte o decirte: “vos tenías la pollera muy corta”. Y eso impacta en todas. Por eso a la mayoría de mujeres lo primero que le aparece es la culpa. “¿Qué hice yo? –se preguntan- ¿Le sonreí demasiado?, ¿me pasé de cordialidad, quizá fui sugerente?”. Y no, la verdad es que para muchos hombres nosotros somos un órgano sexual con patas. Nada más.
-¿A vos te pasó algo similar alguna vez?
-Todas las mujeres vivimos en algún momento una situación denunciable. Desde que te manoseen en la vía pública o te acosen en el trabajo hasta lo peor: la violencia de género, que en este país tiene niveles alarmantes. A todas algo nos pasó. Yo creo que esta ola de denuncias es algo muy bueno porque viene a barrer con tanto silencio de años. Por primera vez se habla de verdad del tema. Que una chica como Calu lo haya hecho es muy bueno. Sobre todo porque hay muchas mujeres que todavía tienen mucho miedo de romper ese cerco de silencio ya que no tienen los privilegios que tenemos nosotras de poder contar con una red de contención y demás. Por todas, y especialmente por ellas, es que hay que seguir hablando.
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