Quien haya vivido un par de años en La Haya probablemente siempre ansía volver allí. El encanto de esta ciudad que está situada junto al mar, tiene como consecuencia, por ejemplo, que por la mañana te despierte la sirena del ferry que va a Inglaterra. En una mañana bonita en verano uno tiene la sensación de poder oler en el aire salado la cercanía tentadora de la playa. Sin embargo, esto solo vale para quien vive en la parte “buena” de La Haya, en el oeste, que está construida sobre la arena de las dunas del mar del Norte. El este, la parte “mala”, está construido sobre un terreno pantanoso. Hay poca relación entre las dos mitades de esta ciudad de 500 mil habitantes.
Los dos grupos de habitantes tienen cada uno su propio monumento no oficial. Los que viven en el este tienen el Haagse Harry, en la plaza mayor de la zona comercial. La escultura, inaugurada en 2016, representa a una figura de cómic conocida en toda Holanda. El personaje, creado por el dibujante Marnix Rueb, fallecido en 2014, siempre anda vestido con un guardapolvo, tiene pelo bastante largo en el cuello y habla el dialecto popular de La Haya. La otra estatua está hecha de bronce, se encuentra en la elegante avenida Lange Voorhouty representa al escritor Louis Couperus (1863-1923), quien fue una especie de Oscar Wilde de los Países Bajos. La casa de Couperus en la calle Javastraat es hoy un pequeño museo que todavía transmite en cierta medida el ambiente muy especial de La Haya a fines del siglo XIX. Couperus evitó durante toda su vida los “barrios malos” de La Haya. A menudo visitaba el cercano balneario de Scheveningen, que en su época tenía un carácter muy diferente y elegante. El antiguo casino es el único testigo que queda del pasado esplendor.
El resto del balneario tiene una dudosa reputación. Los habitantes de La Haya prefieren los de Wassenaar y Noordwijk, situados un poco más al norte.
A lo largo de la historia de La Haya hubo a veces enfrentamientos sangrientos entre los dos sectores de la población. En la plaza Groene Zoodje, en el centro de la ciudad, hay una estatua del estadista Johan de Witt (1625-1672), quien en la Edad de Oro neerlandesa fue durante casi 20 años jefe de Gobierno de los Países Bajos. Sin embargo, en 1672, cuando estalló una guerra, fue linchado junto con su hermano por una muchedumbre enardecida. Los trozos de los cadáveres se vendieron como souvenirs.
En el Museo Histórico de La Haya todavía hoy están expuestos una lengua y un dedo.
La mayoría de los turistas solo visitan la parte de la ciudad construida sobre arena. Sin embargo, merece la pena ir también a la otra parte, la que está construida sobre terreno pantanoso. Allí se encuentra, por ejemplo, el Haagse Markt, el mercado cubierto más grande de Europa, en el barrio multicultural de Schilderswijk.
Para experimentar la otra parte de la “ciudad bonita detrás de las dunas” lo mejor es alquilar una bicicleta e ir en dirección a la playa, por ejemplo por la calle Denneweg con sus numerosas tiendas y bares en el barrio de Archipelbuurt o el de Indische Buurt. En el Archipelbuurt, en el barrio de Statenkwartier y en el centro de la ciudad, La Haya muestra su discreta belleza. En muchas calles se respira el ambiente de la Belle Époque. Para tomar el té de la tarde se recomienda ir al ‘Hotel des Indes’, donde estuvo alguna vez la famosa bailarina y espía holandesa Mata Hari. A tiro de piedra del hotel se encuentra la sede del Gobierno y el Parlamento de Holanda, el Binnenhof, un complejo de edificios históricos sin vallas de seguridad ni soldados de guardia. La Ridderzaal (Sala de Caballeros) es el núcleo del Binnenhof y el germen de toda la ciudad. En holandés, La Haya se llama Den Haag, que significa El Seto, que fue el nombre original de la sede de los condes de Holanda y el coto de caza adyacente.
Pese a su modestia, el Binnenhof con sus edificios intercalados tiene su encanto, sobre todo cuando en el cielo se acumulan las nubes de un típico cielo holandés. Entonces, el complejo con sus tejados afilados y muros de ladrillo se parece desde el lago Hofvijver, situado enfrente, al cuadro Vista de Delft, del pintor Johannes Vermeer, que se puede ver en el vecino museo Mauritshuis.
En la periferia del Binnenhof se encuentra la residencia del primer ministro holandés, Mark Rutte, que se llama Het torentje (la torrecita), que no llama la atención de los turistas que pasan
junto a ella. En Holanda, la exhibición pública de poder y riqueza está mal vista. <
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