La cita es en un shopping de Martínez. Van llegando de a una. Cada cual estaciona su súper moto, se saca el casco y saluda amablemente. Las tres tienen diferentes edades y se dedican a tareas bastante disímiles, pero algo las reúne: su pasión por las motos. Algunas son madres, otras solteras, hay emprendedoras, todas son coquetas, cancheras y más etcéteras… se diferencian del resto porque se animaron a conquistar un terreno tradicionalmente dominado por varones y a trasladarse de punta a punta de la ciudad en dos ruedas. No, no eligieron scooters o motonetas “pensados para ellas”, sino en tradicionales motocicletas, estilo Harley-Davidson. Ellas forman parte de una tendencia que está creciendo desde 2014 hasta la actualidad. Según señala el Registro Automotor de la Ciudad de Buenos Aires, una de cada tres motos que se vende en Capital está a nombre de una mujer. El factor económico, la rapidez y la practicidad son claves a la hora de preferirlas frente a un auto. Sin restarle importancia, claro, a la inexplicable sensación que describen las chicas de lo que significa andar y sentir el viento en la cara.
“Lo que más me importa aparte de salir a andar, es concientizar en educación vial y empoderar a las mujeres. Que estén al mando de la moto y de su vida”.
“Nos transportamos en dos ruedas porque es una pasión que nos une. Yo hace largo tiempo que ando y comencé a notar que cada vez había más chicas que se animaban, entonces con algunas amigas decidimos armar la comunidad real y virtual Mujeres al mando”, cuenta Belén Couso, emprendedora, empresaria de belleza (su firma lleva su propio nombre) y apasionada por el trabajo en ONG´s, quien agrega: “Nos gusta mostrar a través de la comunidad del motociclismo los valores de esta práctica que incluyen: la impronta de seguridad, el dominio del cuerpo, la estabilidad y la fuerza. Estamos al comando de la moto y de nuestros proyectos”.
Belén siempre soñó con manejar motos, pero no concretó ese anhelo hasta que un empleado suyo, diseñador gráfico que siempre la veía vestida de cuero, le armó -con su veña- una moto; a partir de ahí nunca más paró de andar. Marilyn Álvarez, en cambio, pertenece a una familia bien fierrera, que posee una fábrica de maquinaria vial. Cuando cumplió los 15 le hicieron decidirse entre el viaje a Disney o la fiesta y ella, para sorpresa de todos, eligió la moto. “No importa el vehículo que tengas, sea un scooter o una Harley, lo importante es salir a rodar”, cuenta esta emprendedora que organiza los encuentros de motos llamados Farm Custon, en los que se juntan hombres y mujeres apasionados por las motocicletas.
“Nuestras parejas pueden acompañarnos, nos encanta ir atrás agarradas, pero también salir con amigas y disfrutar de lo que nos gusta que es andar en moto”.
“Hay modelos para todos, no hay que hacer diferencias entre motos para hombres y para mujeres. Las chicas podemos adaptarnos a todo, sólo hace falta tener ganas, equilibrio y mucha seguridad. Y, en caso de duda, siempre acelerar”, explica Ailín Bisi, diseñadora de modas, que tiene junto a sus dos hermanas la firma Sisterhood. Ella empezó saltando fardos en el campo de un familiar hasta que un amigo le regaló un proyecto de moto que reparó y customizó. “Le puse tantas tachas al tanque de nafta que lo pinché. ¡Me creí que era una campera de cuero!”, recuerda y añade: “Las motos tienen mala fama. Por este motivo nos gusta darle consejos a las chicas que quieren animarse a subirse a una. La idea es que no se sientan solas”.
Además de los encuentros que organizan, tienen Instagram (con casi 8 mil miembros) y se comunican para salir los fines de semana a andar y hasta irse de viaje al interior del país. El colectivo Mujeres al mando logró una alianza importantísima a nivel mundial con la compañía de lubricantes Silkolene Argentina. Con la ayuda de esta firma y con el fin de empoderar a las mujeres y lograr que más chicas se animen, organizan encuentros de actividades variadas relacionadas al universo femenino y al de las motos, promoviendo valores de camaradería y generando conciencia de seguridad al volante. “Cuando lanzamos el producto en el país, hace dos años, notamos que había una tendencia incipiente. Veíamos cada vez más mujeres manejando motos en las calles porteñas, yendo a trabajar, lo mismo sucedía en el ámbito deportivo”, señala Florencia Pinto de la firma.
Las tres motoqueras aseguran que jamás sufrieron el machismo en este universo, sino todo lo contrario: mucha admiración, respeto y camaradería. “Por supuesto los hombres se sorprenden, pero cuando una llega con una moto a un taller mecánico, por ejemplo, ya mostrás una impronta que detiene hasta al más machista”, comenta Bisi. En tanto, Álvarez enfatiza: “Nosotras no queremos que los varones se bajen de las motos. Queremos estar al mando y otras veces ir atrás abrazadas de nuestras parejas o hermanos y salir en grupos mixtos. Queremos andar en moto y disfrutarlos al máximo entre varones o entre mujeres”.
Terminemos con la palabra «motoquero/a», no existe en el diccionario. Se dice motociclista.