Si hay algo que destacó desde el vamos a Claire Foy, además de su marcado acento británico, fue su despreocupado espíritu plebeyo. Como diríamos acá, no se le caen los anillos por nada. Nacida en Stockport, en las afueras de Manchester, la joven (la menor de tres hermanos) supo siempre que lo suyo era trabajar. De lo que sea. Fue mesera, pero también telemarketer, cajera de supermercado, repartidora de comida, promotora y hasta guardia de seguridad durante el famoso torneo de tenis de Wimbledon. De todas esas experiencias, la actriz guarda con cariño un recuerdo en especial: el del sonido de las cajas registradoras del súper. “Me encanta ese tintineo, me recuerda lo feliz que era vendiéndole cosas a la gente”, contó hace poco, cuando su nombre ya era sinónimo de reina. Mejor dicho de una en particular: la reina Isabel II del Reino Unido, figura que encarnó en las dos primeras temporada de The Crown, la exitosa y onerosa (es la más cara de su historia) serie de Netflix. Ese papel, que le llegó después de 10 años de haberse recibido en la Escuela de Drama de Oxford, no sólo le valió el favor del público sino también una rápida consagración, cosechando un premio Emmy, dos del Sindicato de Actores (SAG) y un Golden Globe.
Atenta a los efectos colaterales de semejante estallido, la británica no dudó en mostrarse siempre tal cual es, vulnerable y sensible, capaz de admitir incluso sus habituales trastornos de ansiedad. “Los ataques comenzaron cuando mis padres se separaron (tenía 8 años) y luego se mantuvieron latentes en el tiempo. Lamentablemente, cuando empecé a actuar, el cuadro se magnificó”, contó al diario The Guardian antes de completar: “La ansiedad no tiene lógica, por ejemplo, te aparece al cruzar la calle. Es esa sensación en la boca del estómago y el pensamiento de que no puedo hacer algo, determinado papel, por ejemplo, porque soy esto o lo otro. Es mi mente trabajando a mil latidos por segundo y pasando de un pensamiento a otro. Llegó un momento en el que todos los que me conocían me recomendaban ir a terapia. Así lo hice y me alegro de haberles hecho caso ya que hoy mi ansiedad está mucho más estabilizada”.
Curiosamente, esa plenitud emocional coincidió en tiempo con una inesperada crisis en su matrimonio, que terminó, a comienzos de este año, con una noticia que sorprendió a todos (incluidos los medios ingleses): su definitivo divorcio del actor británico (y padre de su única hija, Ivy Ros, de tres años), Stephen Campbell Moore. “Confirmamos que nos hemos separado y pedimos respeto y privacidad en este difícil momento “, dijeron ambos en un escuetísimo comunicado conjunto.
A partir de entonces, Claire se concentró más que nunca en el trabajo. Y por eso no hay sólo que pensar en la actuación sino también en su activa militancia para lograr que las mujeres tengan un lugar cada vez más preponderante en la industria del espectáculo. ¿La más sonora de esas batallas? Haber logrado que Netflix se disculpara -¡y reparara con un cheque de 200 mil libras!- la brecha salarial que había entre ella y su partenaire en The Crown, Matt Smith (a cargo de interpretar a su marido en esa historia, Felipe de Edimburgo).
«La fama me parece un concepto demasiado abstracto. Sólo puedo decir que soy feliz haciendo lo que me gusta en proyectos tan increíbles».
En una reciente convención de cine en Las Vegas, la actriz sostuvo que si bien que fue algo “vergonzoso” ver que su salario se transformaba en tema de debate en los medios, la noticia no dejaba de ser más que positiva. “Creo que de verdad está cambiando la manera de manejarnos como mujeres en esta industria”, sentenció.
En breve (el próximo jueves 22 de noviembre) la veremos interpretar uno de los personajes feministas más sonoros de los últimos tiempos: Lisbeth Salander, la hacker punk que creó el sueco Stieg Larsson en la serie literaria Millennium y que ahora regresa a la pantalla grande con un reboot cinematográfico: La chica en la telaraña. A ese papel (interpretado antes por Noomi Rapace y Rooney Mara) se le sumará luego (el 29 del mismo mes) el de Janet Armstrong, la mujer de Neil Armostong (Ryan Gosling) en la nueva opus de Damien Chazelle (La La Land), El primer hombre en la luna.
Escoltada por fans, grandes talentos del cine, mega contratos y una atención cada vez más intensa, Claire acaba de soltar en Venecia, cual sutil manifiesto, una elocuente declaración: “La fama me parece un concepto demasiado abstracto. Sólo puedo decir que soy feliz haciendo lo que me gusta en proyectos tan increíbles. En algún punto, todo esto es como un gran sueño”.
-Antes de recibir la propuesta de La chica en la telaraña, ¿habías leído los libros de Stieg Larson?
-Sí. Leí los primeros dos libros, así que definitivamente conocía a Lisbeth Salander. Creo que a esta altura todo el mundo la conoce. Me parece que ya se ha convertido hace rato en una especie de ícono moderno, una mujer que vale por sí misma y que todos de alguna manera siempre seguimos de cerca.
-¿Cómo la describirías?
-Lisbeth no confía en nadie, ya que la lastimaron mucho en el pasado. En esta película ella ya tiene un carácter consolidado, es completamente independiente y luchadora.
-Gracias a ella, te veremos con un look nuevo…
-Sí, el cambio era necesario. Un detalle que me interesó en particular fue el de su tatuaje de dragón. Para esta película decidimos alejarnos de la imagen del dragón chino y buscamos inspirarnos más en el estilo escandinavo. Yo quise que el ala del dragón estuviera bien sobre mi hombro para que tenga más movilidad y genere más impacto. También se nos ocurrió la idea de tener llamas que salen de la boca del dragón y suben por la parte posterior del cuello. Creo que de verdad quedó muy bien.
– ¿Cuáles son los elementos femeninos fuertes que te interesaron de la historia?
-Lo que aprendí de Lisbeth es que ella no busca ser físicamente equivalente a un hombre, sabe que nunca lo será. Por eso, utiliza su inteligencia. Mucho más que la violencia. Es capaz de solucionar una situación de un modo diferente.
-¿Qué tal fue trabajar bajo las órdenes del director uruguayo Federico Álvarez?
-Sin duda Fede es un director especial. Es muy musical. Entiende la realización cinematográfica como si él fuese un espectador más, algo que considero muy valioso. Comprende que se necesita cambiar el ritmo y la velocidad de la cinta para comunicar algo sobre la historia, pero también para mantener al público interesado mientras le aporta datos acerca del personaje. Él traza todos estos elementos y lo sabe hacer musicalmente. Además utiliza la iluminación de una manera única. Fue un placer trabajar con él.
-Dirigida por un uruguayo, escrita originalmente por un sueco, ¿creés que esta historia puede ser vista desde una óptica “global”?
-Sí, sin duda. No es sólo una historia de suspenso o acción que transcurre en algún sitio lejano. En el corazón de la trama hay algo muy emotivo y desgarrador a la vez que la convierte en sumamente universal. La historia de Lisbeth no es para nada sencilla. A su modo, además, demuestra cómo las mujeres siempre tenemos que luchar el doble para todo. Y ser muy sabias a cada paso. –
Graduarse en Oxford no es para cualquiera… Excelente.