Sus palabras nunca tienen el peso de una orden, mucho menos de un reto. Es concisa y muy explicativa. Verla a Rocío junto a dos de sus tres hijos (la mayor, Aitana, y el del medio, Indio) es entrar a su universo más privado y preciado: el familiar, ese que armó hace más de una década junto a su marido Nicolás Paladini. Los chicos, encima, se portan de maravilla, son curiosos y a la vez súper ubicados y amables. Apenas uno se lo hace notar, Rocío sonríe y asiente como la mamá más orgullosa de todas. Pronta a viajar de vacaciones a México, la modelo se dispone a hablar de un 2018 especial, dominado más por el hogar que por el trabajo, algo que no la altera en absoluto. “Siento que fue un gran año, a todo nivel. Para empezar, porque cumplí 20 años de carrera, empecé a desfilar a los 14, tengo 34, y nunca me faltó trabajo. Soy una privilegiada y una agradecida. Cada año que termina pienso lo mismo: sigo trabajando de lo que me gusta y pude hacer todo lo que tenía ganas de hacer. Hay muchas modelos que se encasillan en el rubro moda y yo tuve la posibilidad de hacer todo lo que me generaba curiosidad, hice teatro, un show infantil, fui parte del Bailando en varias ocasiones, ahora incursioné en el diseño con una línea de bikinis, conduje programas… Me di muchos gustos y siento que voy a poder seguir dándomelos”, afirma.
-¿Por qué creés que lográs eso, “hacer todo lo que querés hacer”?
-Porque soy muy valiente, porque jamás le tuve miedo al ridículo. Ni tampoco a errar. Los desafíos siempre pueden salir mal, pero en vez de quedarme con la duda, voy y los encaro. Siento que así es la vida. Ahora, por ejemplo, estoy analizando conducir…
-Y a su vez, siempre hablaste de la importancia de tu familia, ¿cómo balanceás ambas esferas?
-Tengo una regla básica: mi prioridad es mi rol de madre, mis hijos, mi familia. En base a esa regla, se ordena todo lo demás. Obviamente, cuando no estaban ellos era mucho más fácil ordenarme: tenía todo mi tiempo dedicado a mi trabajo. Y al ciento por ciento, eh. Día y noche, iba a donde nadie quería ir y agarraba todos los trabajos que las demás descartaban. Me hice muy de abajo. Y le dedicaba todo mi tiempo. Pero eso cambió, no sólo porque los chicos demandan mucha atención y tiempo, sino porque yo elegí ser una mamá muy presente. Me gusta estar detrás de todo, no me va que vivan todo el día cuidados por otra persona. Mi trabajo en ese sentido dejó de ser una prioridad.
-¿Te costó esa idea?
-Sí, un montón. Cuando nos fuimos a vivir a Rosario, donde estuvimos cinco años en total, fue el momento de quiebre, fue por lejos la experiencia que más me costó transitar ya que ahí no le podía decir que sí a casi nada. Creo que me sirvió un montón eso, sobre todo porque domestiqué mi ego como nunca y aprendí que me iba a perder de muchas cosas por la decisión que había tomado: seguir a mi familia. Y ahí empecé a disfrutar todo el doble. Fue una experiencia que me ayudó a crecer un montón como persona.
-¿Rosario es una etapa terminada o hay posibilidades de volver?
-No, ya está. Era necesario ir en aquel momento por el trabajo de Nicolás, pero hoy está todo mucho más ordenando, así que se puede dar la posibilidad del trabajo “home office”, labura desde casa.
-Con lo cual, imagino, pasan mucho tiempo juntos… ¿Eso no genera más chispazos?
-No, Nico tiene un temple muy de chico de pueblo, es muy tranquilo así que convivimos muy bien. Por supuesto que tenemos nuestras agarradas como cualquier matrimonio que lleva 11 años juntos. Pero hace rato aprendimos a convivir. Igual, él viaja mucho al exterior y son estadías de dos o tres semanas. Eso siempre revitaliza la pareja. Es lindo extrañarse.
-¿Que tu prioridad hoy sea la familia fue lo que provocó tu última renuncia al Bailando?
-Más o menos. Para mí el condimento especial que tenía ese Bailando era hacerlo con Nico. Cuando se cayó esa posibilidad por sus temas laborales (lo estiró hasta lo que más pudo, de verdad) me dejó de parecer tentadora la propuesta. Ya había estado cuatro veces enel certamen, lo lindo era bailar con él. Lo bueno es que pudimos hacerlo siete meses, hubiese sido ideal en un Bailando cortito, como este último que pasó…
-En aquel momento se comentó que había un tema de celos en el medio. ¿Son celosos?
-Cero. En serio, eh. Yo no le doy motivos para que él lo sea y él tampoco me los da a mí.
-¿Perdonarías una infidelidad suya?
-¡Nunca diría que sí! (ríe). Aunque pueda evaluar perdonarlo, prefiero mantenerme en el no absoluto. La verdad es que no creo que pueda procesar algo así; algo muy importante se rompe con una infidelidad. La confianza es central en una pareja.
-¿Pero si él te lo cuenta?
-Es que si me entero por las mías, ¡lo dejo por mamerto! (ríe). Siempre que me entero casos de infidelidad de ese estilo pienso eso: “dejalo por tonto, ¡por haber hecho todo tan mal y desprolijo!”.
-¿Nunca revisaste su celular?
-Bueno, al principio de la relación lo hice bastante. Y él lo hizo conmigo seguro. Es que los dos veníamos de largas solterías, con un envión de historias que tardaron bastante en disiparse… (ríe). En ese
momento llegaban mensajes de todo tipo así que al principio estábamos más alerta los dos, pero ya no. Hoy elijo confiar a pleno. El día que aparezca algo, veré, pero hoy no podría vivir con esa duda.
-Vivís en Nordelta hace bastante, ¿te lo cruzaste a Juan Darthés en el último tiempo?
-Me lo crucé muchas veces, pero no después de la denuncia de Thelma Fardín… La verdad, no sé bien qué haría si lo veo de nuevo. Es muy fuerte todo lo que pasó y lo único que puedo pensar es que él se debería correr del foco totalmente. Por sus hijos, por su mujer… Ellos deben estar viviendo un calvario también. Eso me da mucha pena. Él no, para nada, pero sus hijos y su mujer no deberían tener que pasar por todo esto.
-¿Te imaginabas vivir un momento así, donde se destapan tantas ollas sobre abusos machistas?
-No y lo aplaudo de pie, me parece que estas mujeres, como Thelma, que están saliendo a hablar, lo hacen para aliviarse, para sanar. Y cada una lo hace como puede, por carta, en un programa de televisión, en un posteo de Facebook… A mí por Instagram me escriben un montón de chicas afectadas por estos temas. Es liberador lo que está pasando. Está buenísimo que estos monstruos abusadores pierdan su impunidad de una vez por todas. Lo que no me gusta es la denuncia sin nombres, siento que alertar a las demás mujeres de un depredador debería ser una parte esencial de
cualquier denuncia.
-¿Qué deseás para este 2019?
-Pedí básicamente lo de siempre: salud y trabajo. Ambos son importantísimos. Yo necesito trabajar. Y Nico también.
-¿Qué opinión tenés de otra de las noticias que involucró a tu barrio: la prohibición de usar las combis de traslado para muchas empleadas domésticas?
-No conozco el tema en profundidad pero por lo que escuché acá se trata de combis a las que se les reserva un lugar, se paga por cada asiento. Creo que por ahí vino el conflicto. La verdad es que yo no consumo ese transporte y mis empleadas tampoco. De todas maneras, más allá de este caso puntual, el maltrato a las empleadas es algo muy extendido. No sólo en Nordelta. Andá a Recoleta, o a Barrio Parque. Es lo mismo. Y no es sólo en contra de las mujeres que trabajan en los hogares. Miles de veces me pasó de ir al colegio de los chicos y encontrarme con algún padre o madre que maltrata al guardia de seguridad. O a la maestra. Tiene que ver con la educación de cada uno. Yo creo mucho en el karma y estoy convencida de que todo vuelve en esta vida. Ese maltrato luego se paga, sin duda.
-El imaginario popular indica que tu marido está salvado, que no necesita trabajar…
-No es así. Tiene una empresa familiar, sí, pero no es sólo de él, hay muchísimos dueños y socios. Y la empresa además está atravesando esta crisis económica como todos en este país. Nada es tan sencillo
y básico como suele imaginarse desde afuera. ¡Por suerte! –
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