Al igual que acaba de suceder con Luis Miguel, México le “presta” ahora a Netflix otra de sus grandes figuras: Verónica Castro. No con una biopic (al menos no por el momento) sino a través de una comedia negra hecha a su exacta medida. La serie, que estará disponible a partir del próximo viernes 10 de agosto, se titula La casa de las flores y retrata a una familia muy disfuncional, presidida por ella, claro: la gran jefa del hogar. Unidos por el negocio familiar, una florería, todos los integrantes del clan comenzarán a desesperarse a medida que varios de sus secretos (amantes, orientaciones sexuales y vidas paralelas) emerjan a la superficie. El cerebro detrás de la historia es Manolo Caro, un joven director y guionista, amigo de su hijo Cristian, que desde chico tiene una particular fascinación por la diva. “Ansiaba trabajar con ella”, contó en medio del set visit que realizamos en México, donde pudimos apreciar in situ las diferentes locaciones de la historia. En particular, la famosa casa del título, una mansión colonial ubicada en las afueras de Ciudad de México, tan señorial como barroca.
-Hablando recién con el director de la serie, Manolo Caro, nos confesó que fue muy complicado convencerte para que aceptaras este papel…
-¡Qué mentira! No, no. No es cierto para nada. ¡Si fui yo la que se arrastró! Sí es verdad que él me fue a ver al teatro (N de la R: cuando la actriz protagonizaba la obra ¡Aplauso!) pero fui yo la que le reclamé: “¡trabajas con todo el mundo menos conmigo! ¡Dame chamba!” De verdad, fui yo la que se lo pedí.
“Yo siempre me digo: ‘si lo eduqué tan bien a Cristian, ¿por qué me salió así?’ Es desobediente, hace lo que se le da la gana… Por eso me resulta tan familiar esta serie”
-¿Tenías ganas de volver?
-Con alguien como Manolo, sí. Volver a hacer lo mismo de antes, no. Eso hubiese sido lo más fácil pero yo quería algo diferente. Quería que me den la oportunidad de “futurear”, de asomarme al futuro y demostrar que esta viejita podía estar a la altura… (risas). Finalmente nos juntamos a cenar, platicamos mucho y me confirmó que sería eso, un papel bien distinto. Y ahí arrancamos.
-¿En qué es diferente este proyecto a lo que hacías antes?
-En todo, en la manera de trabajar, en sus locaciones, en todo. Es otro mundo al de la televisión que yo viví. Ahí era estar encerrada en un solo set, durante más de diez horas. Acá es todo lo contrario. La verdad que trabajar con Netflix es trabajar con la perfección.
-¿Tu personaje también es distinto?
-Te voy a decir la verdad: es un personaje bien raro. Para empezar, es una mamá, y yo pensaba: “bueno, ¿qué tan diferente puede ser una mamá?” Y sí, lo puede ser. Puede ser loca, tierna, esquizofrénica… En esta historia todos los personajes me sueltan las broncas a mí. ¡No puedo con tanto! Yo siempre digo “denme carnita” cuando quiero diálogos y situaciones jugosas pero este Manolo ¡me tiró todo el asado junto! ¡Y en el primer capítulo! Si todo esto me pasa al comienzo, pensaba, ni quiero saber el final…
-Bueno, tu propia vida también fue bastante movida…
-Sí, ¡pero estuvo todo dosificado! Me fue pasando a lo largo de toda una vida, no de repente y todo junto (ríe). Yo creo que hay algo que nos sucede a todas las madres del mundo y es que en un punto intentas guardar las apariencias y ocultar lo más posible los problemas de tu familia. Que no se sepa que tu hijo tal cosa, que tu marido tal otra… Eso es lo que más me gusta de esta historia, que nos ayuda a reconciliarnos con todos esos trapitos al sol. En definitiva con lo que somos, con nuestros defectos y virtudes.
-¿Creés que en México es más habitual eso de guardar las apariencias?
-Sí, claro. Por eso esta historia me resulta tan familiar. Yo siempre me digo: si lo eduqué tan bien a Cristian, ¿por qué me salió así? (risas). Es desobediente, hace lo que se le da la gana… La verdad es que esta historia me atrapó desde el primer capítulo. Lo hablé mucho con mi mamá (N de la R: Socorro “Doña Coco” Castro), que es mi gran confidente y amiga y ella me dijo, toda asustada: ¿cómo vas a hacer un papel así? Todos tuvimos miedo al principio pero creo que ya lo superé.
-¿Sentís que es el gran reto de tu carrera?
-Sí, creo que lo es, y lo digo sin temor a equivocarme. En breve cumpliré 70 años y todo el tiempo pensaba: ¿qué más puede venir? Y esta serie llegó para revolcarme por completo. En mi forma de ser, de actuar, de vestirme… Acá estoy muy contenida. “No muevas tanto las manos”, me dicen todo el tiempo. Y eso me gusta. Todos son un desastre en la historia, el marido, los hijos, la sirvienta… ¡Y yo misma! No quiero adelantar demasiado pero yo también me mando mis cochinadas.
-¿Te veremos en escenas comprometidas o eróticas?
-¡No des ideas! (ríe) Ya estoy grande para desnudarme en pantalla o “encuerarme” como decimos nosotros… Y ya besé también a todos los sapos que había que besar… Por ahora, paso.
-Te mantenés, vos lo dijiste, bien vigente. ¿Imaginás el día de tu retiro definitivo?
-Mira, cuando me salí de Televisa, lo primero que quise hacer fue parar un poco. Ya venía con un ritmo demasiado intenso de trabajo: telenovelas, el programa, los musicales… Trabajaba todos los días y estaba como en piloto automático. Por eso necesité parar un poco y encontrar qué era lo que quería. Y esto es un poco lo que estaba buscando. Todavía no imagino el día del retiro final. Siento que aún hay Verónica para rato… (ríe)
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