Pocas tan reales. Contadas con los dedos las actrices de primera línea que son así como el televidente las imagina cuando las ve con las cámaras en on… La humildad escasea en el mundo del espectáculo, pero Florencia Bertotti (36) la mantiene desde la cuna, aunque sume curriculum y motivos para subirse al mareo de la fama. Es más, ella me dice a mí: “qué honor que la directora de la revista me haga la entrevista”, y yo me saco el sombrero porque el honor es mío, y allá vamos… La charla comenzará por su vuelta al teatro, pero esta vez con una obra de texto, y no con la versión teatral de un éxito televisivo, como sucedió tiempo (mucho tiempo) atrás con Son amores, aquella tira de 2002 en la que se reveló como la gran actriz que es, o con Floricienta, la ficción de Cris Morena que conquistó a niños, adolescentes y padres; o finalmente con Niní, ya de su propia factura. Hoy, Flor se luce en la obra Cien metros cuadrados, recién mudada al Multiteatro Comafi, con funciones de miércoles a domingos, lo que permite que sus fans, eternos y muchos, la puedan volver a ver después de su últimos pasos en tevé, donde fue la inovidable Lorena de Guapas y Fabiana, de Silencio de familia. Y
que para ella, mamá de Romeo, de 10 años, producto de su matrimonio con su hoy ex Guido Kakczka, y pareja desde hace nueve años y medio del actor Federico Amador, significa no solo un desafío, sino una decisión que le llevó, literalmente, años.
-¿Qué tuvo esta obra que te hizo decir sí al teatro?
-Primero, el mensaje que tenía empatizaba mucho con el mío personal, eso de ir atrás de lo que a uno le pulsa, de no estar anestesiado haciendo todo lo que le corresponde. Mi personaje, Sara, no te digo que está en las antípodas, porque soy bastante controladora en cuanto a querer saber y planificar a largo plazo, pero sí me parecía triste ver a alguien de treinta y pico de años resignando su presente en pos de algo… Me parece que hay como un engaño, una zanahoria virtual, un “voy a esperar”. No hay una dimensión real de que es ahora tu posibilidad de realizar todo lo que a vos te pulse. Nunca se va a acomodar todo para que digas “bueno, ahora sí”, siempre hay un espacio para tirarse a la pileta, siempre hay una zona que va a ser de incomodidad, de angustia, y estamos tan en eso de pisar sobre seguro que nos perdemos eso de saltar y arriesgarse.
-¿Compraste desde el vamos a Sara?
-¡No! De hecho mi personaje no me había gustado tanto al principio porque quería que tuviera la carga de humor, que sí tiene María Valenzuela, y estuve ahí boyando, hasta que después le fui encontrando la luz y me pareció que es una comedia tranquila, que no es pretenciosa, que tiene varios focos, que te genera esa bipolaridad de que te estás riendo y te hace pensar “y yo, ¿qué estoy haciendo? ¿Estoy haciendo lo que me gusta, estoy buscando mi plenitud, estoy conectada conmigo o con el montón, con el vamos todos, casada con un tipo que no te enamora tanto, con un trabajo que no te genera satisfacciones…?”. Ojo, tampoco hago una apología de ir corriendo atrás de cualquier sueño sin un fundamento o un sacrificio, pero sí de darnos cuenta de que es la relación que tengamos con nosotros mismos y cuánto espacio le demos lo que nos va a hacer más o menos plenos, más o menos felices.
“Mi hijo romeo ya tiene 10 años, es muy sensible, empático, solidario y heredó mi humor, es muy gracioso. Es una mezcla de su papá, Guido, y mía, en lo físico y en el carácter”.
-¿Cuántas obras te habían ofrecido antes?
-Muchas, pero es que yo ni siquiera las llegaba a leer. Decía “no es mi momento, no estoy haciendo teatro”, y no quería parecer maleducada, respondía “no te quiero hacer perder el tiempo, no me veo saliendo de casa todas las noches…”.
-¿Era el motivo real o era miedo?
-No, era la verdad. Sí es cierto que tenía la sensación de que no me iba a gustar eso de repetir todas las noches lo mismo… Cuando me tiré a la pileta dije: ¿podré?, ¿sabré hacerla?, pero no era que yo evitaba hacerlo por miedo porque, al contrario, a mí todo lo que me
da miedo me desafía más y quiero demostrarme que lo puedo hacer o que por lo menos lo intenté, pero me pasaba que decía; “no sé si me va a gustar, yo ni loca me voy a de mi casa a la noche todos los días, ni loca lo dejo a Romeo, ni loca me aprendo toda esa letra…”. Todos estos años me hiceron ofertas pero el nene era más chico y más allá de la tele, el teatro lo tenía vedado. Pero bueno, ahora se dio todo, Romeo ya tiene 10 años, entiende más, podemos compartir la tarde…
-¿Cómo sos como mamá?
-Madraza total, pero ahora tratando de soltar un poco porque yo soy siempre de tener empatía con el que no puede o no se anima. Viste que el hombre es más del “dejá que se curta”, y yo no. Y he tendido a ser sobreprotectora. Soy muy de buscar momentos todo el tiempo para compartir, estar, siempre estar…
-¿Y cómo es Romeo, se parece a vos?
-Es un sensible total, muy lector, siempre está pensando en el otro. Es empático, solidario, tranquilo, yo era más torbellino de chica. Él respeta los tiempos de todos, es bueno, y tiene mi humor, es muy gracioso. Es una mezcla de Guido y mía.
-Y está bien adaptado a la familia ensamblada…
-Absolutamente. Tiene dos hermanitos de parte de Guido y dos hermanastros, así se autodenominan ellos, del lado de Fede. Y los ama y ellos lo aman a él. Con la más chiquita de Guido se tienen adoración; cuando va a la casa del padre me vive mandando
fotos con ella, que lo abraza, le saca los anteojos, es su debilidad.
-¿Cómo son los tiempos de esa familia?
-Todos juntos estamos los fines de semana, que vamos al campo, por eso me costaba tanto hacer teatro, porque era cortar el gran momento familiar, que es el finde, porque los dos hijos de Fede , Vito y Ciro, viven en Rosario y en la semana están allá. Romeo está conmigo en la semana, salvo un día y un finde que va con el papá. Ahora con el teatro el finde es más complicado, pero nos vamos adaptando.
-¿Y en la casa, tenés ayuda?
-Sí, un rato a la mañana. A mí lo que me gusta es cocinar, pero me estoy dando cuenta de que no soy tan buena como creía, era más un autobombo. Empecé a ver que cuando quiero hacer grandes recetas la pifio y pongo excusas como ‘ay, me dieron un matambre duro”, y veo que Fede cocina rebien y en dos minutos te prepara algo riquísimo con una cebollita y un morrón, y le pone vinito, ajo…- ¡Y yo no sé si el orégano queda bien con el cilantro y además, no me animo! Sí soy buena para los aledaños: las salsitas, cebolla caramelizada, guacamole, pero son periféricas, no el plato principal, pero bueno, yo el asado te lo rodeo genial… A mí lo que me gusta es compartir el momento de la cocina, con mi hijo y con Fede, sobre todo los miércoles, que con Fede estamos solos… ¡Hoy es miércoles! ¡Vamos que llega la noche! (risas).
“Fede es bueno, tranquilo, generoso y muy compañero. Vive en un mundo paralelo, yo soy más torbellino; somos opuestos complementarios».
-Y decime, ¿Fede es tan amoroso como parece?
-Lo es… Es bueno, es tranquilo, vive en un mundo paralelo… Yo soy más acelerada, somos opuestos complementarios…
-¿Tres motivos por los que lo volverías a elegir?
-¡Porque me encantaaaaa! Me acompaña, nos acompañamos,
nos divertimos, es generoso, no es egoísta con lo que tenga que ver conmigo, es de empujarte a hacer, no compite, al contrario, es de correrse, nunca se va a anteponer a una decisión mía. Tenemos
mucho humor, lo amo, disfruto estando con él, compartiendo silencios… Tenemos un código similar. En el campo él se va a cortar el pasto, yo me tiro a leer, después compartimos un mate… Somos muy tranquilos, caseros, tenemos nuestros espacios, somos muy compañeros. Yo soy muy “casadependiente”, nos encanta estar en casa, no somos mucho de salir, compartimos eso, estar en familia. ¡Y él me en-canta! Eran tres razones nada más, ¿no?
-Están los suyos y el tuyo, ¿y el de ambos cuándo? ¿Romeo pide un hermanito?
-No me pide, si soy exclusiva suya mejor. Pero yo siempre quiero. Este año dijimos “ bueno, ahora”, pero después suspendimos la búsqueda por los compromisos, y así mil veces, pero se va a dar. Además, Fede muere por una nena ¡y yo también!, así que hasta “el nuestro” o “la nuestra” no paro. –
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