“Un día íbamos caminando con mi mujer por Palermo Viejo y le dije que alguna vez iba a trabajar en un determinado restaurante que estaba en el Pasaje Russel y Gurruchaga. Tiempo después estaba ahí, en Freud & Fahler (el primer nombre fue consecuencia de que la dueña era psicóloga; el segundo era el apellido de su marido). Cuando compré el lugar mantuve la marca, pero con la mudanza hace apenas meses (a esquina de Godoy Cruz y Cabrera) aproveché para cambiarlo. “Ya no me gustaba la otra zona. Cuando empecé a trabajar allá conocíamos a los vecinos, con quienes tomábamos mate en la vereda. Pero el último tiempo parecía un shopping, porque lentamente fuimos quedando rodeados por negocios de ropa. Acá recuperamos la tranquilidad de ese espíritu barrial que tenía 15 años atrás y que, al menos yo, extrañaba mucho.”
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