“Los clientes ya no se toman el tiempo como antes de sentarse a cortarse el pelo, afeitarse y hacerse las manos”, informa Pino. Pero aún así siguen yendo. El gel Lord Cheseline, la brocha y la navaja son todavía parte de la escenografía de este local que conserva sillones de casi 100 años de antigüedad. “Aprendí a los 14 años a afeitar. Es una tarea muy difícil de realizar. La clave es practicar y no tener miedo”, sentencia.
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