Incluso las propuestas más simples tienen detalles gourmet que hacen la diferencia. Otro gran atractivo es la mesa de dulces, con recetas tentadoras ideales para acompañar con un café o una limonada. El chef estudió en las escuelas de Maussi Sebess y el Gato Dumas antes de llegar a las cocinas de Nerua en el Guggenheim (Bilbao) y El Poblet, con una y tres estrellas Michelin respectivamente. En 2010 fue reconocido como Cocinero revelación por los lectores de Cuisine et Vins. Uno de sus signos distintivos es combinar en sus creaciones su herencia italiana y sus raíces vascas.
Aparte de los sabores -se pueden probar pescados de río y mar, cordero patagónico, hongos y ñame, entre otras delicias- llama la atención la silla Naná, con patas de hierro y tablones de madera arqueada que las dueñas crearon para que la experiencia en el restaurante resulte agradable a todos. -Florencia Rodríguez Petersen
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