«El otro día tenía que buscar a mis cuatro hijos por cuatro lugares distintos.
Fueron, literal, más de tres horas de auto, con
caos de tránsito incluído. Y cuando llegamos a casa,
me tuve que poner a cocinar, con el más chiquito a upa, que ya venía hiper sensible del auto, de haberse llorado todo. Escenas como esa se repiten todas las semanas. Son bravas, pero también muy hermosas».
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