No hace falta ser un genio, siento que todo el mundo tiene algo que aportar”, dice Philippe Starck, quizá el diseñador industrial más famoso del mundo. Hizo de todo, desde decorar y ambientar hoteles (el Faena en Buenos Aires) y discos top del mundo hasta diseñar objetos de deseo de los más preciados. Y si al deseo y al fetichismo nos referimos el parisino no pudo resistirse a incursionar en el mundo de la perfumería. Creó la marca Starck Paris y desarrolló tres fragancias que llevan su sello y su nombre. Peau de Soie, Peau de Pierre y Peau d´Ailleurs son los tres perfumes que ideó junto a destacados perfumistas como Daphné Bugey, Annich Ménardo y Dominique Ropion. “Ellos, los científicos tradujeron mis sensaciones”, apunta el francés que diseñó, por supuesto, el frasco con su inconfundible impronta.
La historia que vincula a Starck con el mundo olfativo viene desde hace mucho tiempo. “Cada vez que olía un perfume de una mujer caminando por la calle mi cerebro entraba en señal de alerta, desde chico que me ocurre eso”, confiesa, a su vez que señala que las fragancias son las únicas que nos disparan a un mundo vasto y hermoso de imaginación. Para culminar confiesa: “Soy un hombre apasionado por las mujeres, sobre todo por la mía, me sigue fascinando su misteriosa realidad. Ahora sé que nunca las entenderé, que entre el hombre y la mujer lo bello surge en el corazón de ese espacio indefinido y paradójico donde, para poder encontrarse, cada uno debe abandonarse, ceder un poco desu feminidad o masculinidad propia”.
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