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10/09/2017

Paloma Herrera: “En el amor siempre fui una idealista”

Por Pablo Steinmann l Tras su retiro de la danza, se volcó de lleno a su vida personal: se instaló en Palermo, lanzó su autobiografía y ahora su primer perfume. En esta nota, la nueva Directora del Ballet estable del Colón habla de todo eso y revela además que está nuevamente en pareja.

Muchos lamentarían el contraste, pero para Paloma , haber pasado de un piso 34 frente al Lincoln Center a su flamante departamento de Palermo en un piso dos, con balcón la calle, no es más que un gran motivo de festejo. “Fui feliz en el departamento de Nueva York, pero así como entré, me fui. Cerré con llave, lo alquilé y punto. Hoy siento que tras mucho buscar, encontré por fin lo que tanto anhelaba: mi hogar. Y estoy chocha con él, si bien aún me quedan cajas por desembalar, siento que ya no estoy, ni por cerca, viviendo en una valija”, afirma con voz suave y decidida, un combo que la define en más de un sentido.
Y así, café de por medio, la nueva directora del Ballet Estable del Teatro Colón (asumió este año, tras la salida de Maximiliano Guerra) se dispone a charlar sin prisa de su nueva vida, esa que comenzó a fines de 2015, tras su largo y emotivo  retiro de la danza profesional. “El gran quiebre fue el año pasado –asegura- cuando me encontré con la posibilidad de elegir a partir de mis tiempos, de mis ganas y proyectos”. Mudarse fue el principal, al que se le sumaron luego la publicación de su biografía -Una intensa vida- y el reciente lanzamiento  de su primer perfume, Paloma Herrera, junto a la empresa Cannon.  Y todo eso, sin olvidar las master classes que suele impartir, tanto en el país como el extranjero. “Me encanta poder compartir mi experiencia con las nuevas generaciones. En general, son chicas de entre 14 y 17 años que están frente a instancias decisivas de su carrera y necesitan la mirada de alguien que pasó por eso”, afirma.

-¿Te ves reflejada en alguna de esas chicas?
-Mmm, no. Pero sí empatizo mucho con sus ganas y entusiasmo y es por eso que intento compartirles todo lo que yo viví. Los pasos, todos los maestros los pueden enseñar, pero lo otro no. Es por eso que me tomé muchísimo trabajo en elegir cada Master Class, en prepararla. Digamos que organicé mi 2016 en base a eso. Y fue genial, un año hermosísimo en todo sentido…

-Hasta que llegó la propuesta de dirigir el Ballet estable del Colón…
-(Ríe) Así es…

“¿Hubiese abandonado todo lo que hice por un hijo? No. ¿Soy egoísta por pensar eso? Quizá, pero me parece menos egoísta que ser madre sin pensar antes en toda la responsabilidad que ese rol conlleva”.

-¿Y por qué aceptaste?
-¡Es la gran pregunta! (vuelve a reír). La verdad es que tardé mucho en decidirme. ¿Realmente quiero volver al ritmo de vida intenso que tenía antes?, me decía y meditaba sin parar. También hablé bastante con María Victoria Alcaraz (N de la R: la primera directora mujer del Colón en 110 años de historia), con quien comparto muchísimos puntos de vista, y de repente me di cuenta de que me estaban dando la posibilidad de ampliar lo que aportaba con mis clases. Fue muy inspirador hablar con ella. Este es un arte muy difícil y yo siento que lo viví de manera muy feliz y plena. Ese es mi “secreto” y lo que siento puedo transmitir a los demás. Y si en mis clases lo hago, ¿cómo negarme a hacerlo desde un lugar aún más trascendental?

-Pero más complejo…
-Sí, muchísimo más. Pero en este tiempo descubrí que al ser mucho más estresante, también se convierte en más gratificante. Es como que la recompensa, si lográs lo que te proponés, es mil veces mayor.

-¿Hablaste con Maximiliano Guerra, tu antecesor en el cargo, antes de aceptar?
-No. Sé que se fue con bastantes problemas gremiales, pero como no estuve en esa época, no me meto. Sí hablé mucho, y todavía lo hago, con Julio Bocca, que se acaba de ir del Sodre (Ballet de Uruguay) y es un gran referente para mí. Los dos salimos de la misma compañía, trabajamos en el exterior y, sobre todo, amamos mucho nuestro país.  Cuando me retiré, todo el mundo me decía que estaba loca de volverme a Buenos Aires a mis 40, después de toda una vida allá, pero a mí me parecía justamente lo contario, que era el momento indicado para reencontrarme con mi lugar, con mi tierra. Adoro esta ciudad, su cultura y hasta su idiosincrasia. Soy súper argentina y siempre me sentí así. Ojo, soy consciente de que Nueva York me dio todo, y soy una agradecida total por eso. Jamás diría que me hicieron diferencia por ser latina ni nada por el estilo. Al contrario, me sirvieron todas las posibilidades en bandeja de plata y me trataron sumamente bien. Ni loca me olvido de eso.

-¿No sentiste nuca el famoso rigor que hemos visto en películas como El cisne negro?
-No. Quizá porque estuve protegida por mi “burbuja”: mi familia y mis convicciones. No creo en la tortura como método para nada. Ni en el látigo, ni en la mano dura. Mi carrera se basó mucho más en el amor y la pasión que en el rigor. Yo adoraba ir a los ensayos. Tuve maestros bastante sádicos, es cierto, pero de ellos también aprendí. Para empezar, me ayudaron a valorar mucho a los buenos, que fueron la mayoría.

-Siempre hablaste de la importancia de tus padres como sostén en tu carrera. ¿Y tus amigas? ¿Sos amiguera?
-Sí, tengo amigas de toda la vida que son realmente de fierro. Algunas son bailarinas pero la mayoría no. Con las amistades me pasaba lo mismo que con la música o los libros: necesitaba que no pertenezcan al mundo de la danza. Por ejemplo, jamás leí, y creo que tampoco podría hacerlo ahora, biografías de bailarines. Y eso que me las regalaban seguido, eh… (sonríe). Con la música lo mismo, prefería ir a ver Maroon 5 o a Beyoncé que asistir a un concierto de música clásica.

“No creo en la tortura como método para nada. Ni en el látigo, ni en la mano dura. Tuve maestros sádicos, pero lo cierto es que mi carrera se basó mucho más en el amor y la pasión que en el rigor”.

-¿Te ayudó esa forma de vivir la profesión a atravesar el duelo del adiós?
-Mirá, siempre fui consciente de que la vida del bailarín es muy corta. Y así la viví, día a día, sin planificar demasiado. Ni tampoco añorar, sino más bien disfrutando a pleno el hoy. Recuerdo que al final me preguntaban bastante cuando me iba a retirar y yo respondía honestamente: ¡no tengo ni idea!  Creo que cuando vivís los procesos de la vida tan intensamente, después los podés dejar ir. Jamás viví atada al pasado. Prefiero estar siempre anclada en el presente. Viste cuando te dicen: “que lindo los 20”… Yo ni loca vivo vuelvo a esa edad. Y mirá que ahí estaba en la cima de todo, pero no.  Yo estoy convencida de que cada edad tiene lo suyo.

-¿Y qué tienen estos cuarenta para vos?
-Eso, la posibilidad  de tener más tiempo para mí, de elegir con mayor tranquilidad y calma cada paso. Y hasta con un poco más de sabiduría.

-¿Creés que ahora tendrás más tiempo para el amor?
-Creo que siempre lo tuve. Viví dos noviazgos a distancia -ya que ambos eran argentinos- y los viví a pleno. Te repito: siento que no me perdí de nada. En el amor, por ejemplo, siempre fui una idealista. Sentía y siento que llega cuando tiene que llegar, no cuando los demás dicen que debe aparecer o porque cumpliste cierta edad… Yo soy consciente de que no tuve una vida típica y hoy me encuentro seguido con preguntas al estilo “¿Cómo no te casaste?”, “¿cómo no tenés hijos?” Y siento que es porque no seguí mandatos. Soy partidaria de que sólo hay que hacer lo que genuinamente te hace feliz. Y eso incluye, por supuesto, al amor.

-¿Estás en pareja ahora?
-Sí. Desde hace muy poquito. Desde enero, podría decirse. Es argentino, se llama Francisco tiene 49 años y vive acá. Imaginate, después de mis dos experiencias de amor a distancia, vuelvo acá y me enamoro de un extranjero… No, gracias (ríe).

-¿A qué se dedica?
-Es empresario, dueño de la quesería Franco Parma. La mala suerte es que a mí no me gustan los quesos… (rie) Nos conocimos en nuestra clase de yoga.

-¿Tiene hijos?
-Sí, tres. Me llevo súper bien con ellos, son grandes, más que adolescentes ya. La verdad es que estoy muy bien. Estuve todo un año sola y estaba realmente feliz. Y ahora estoy igual de feliz, pero enamorada y en pareja. Es un poco por lo mismo que te decía antes, porque hago las cosas desde el corazón, no desde un mandato.

-¿Incluís el tema hijos en esos “mandatos”?
-Me preguntan seguido por ese asunto y yo siempre digo lo mismo: jamás tuve esa ternura que se supone deberíamos tener todas las mujeres por los bebés.  Me van a tirar a la hoguera por decir esto pero es así. Mi mamá es lo contrario, adora a los niños, y creo que así salimos nosotras, rodeadas de un amor inmenso e incondicional.  Para mí, mis padres fueron todo, y al día de hoy los sigo teniendo como referentes y compañeros. Y por eso, porque viví como hija esa responsabilidad, es que no me tomo la maternidad a la ligera. Yo en mi vida hice lo que quise,  me enfoqué en mi carrera, viajé a todos lados, viví acá, allá…. Fui muy libre y feliz. Me encanta todo lo que hice, absolutamente todo. ¿Lo hubiese abandonado por un hijo? No. ¿Soy egoísta por pensar eso? Quizá, pero me parece menos egoísta que ser madre sin pensar antes en toda la responsabilidad que ese rol conlleva.

-Y ahora que estás en pareja e instalada definitivamente acá, ¿no se vuelve una posibilidad más cercana?
-Como dice el dicho: nunca digas nunca… (ríe) Hablando en serio, no me desvela la idea de ser mamá. Si no llega, está todo bien. Tuve mis oportunidades, y de hecho hay muchísimas bailarinas que tuvieron hijos durante su carrera, pero no es lo que yo quise. Preferí seguir atada a mi libertad, por más contradictoria y extraña que suene esa frase.

 

¿Redes sociales? No, gracias.

Confiesa que no se lleva nada bien con la tecnología, y una prueba de ello es su total ausencia de las redes sociales. “No tengo Facebook, ni Twitter, ni Instagram. Siento que hoy la gente tiene miles de amigos de forma virtual y casi ninguna de manera real. Curiosean a ver qué hacen, suben fotos de lo que se supone queda cool y listo. Yo sigo prefiriendo el contacto más real y auténtico. ¿Querés compartir una foto conmigo? Mandámela. Y lo mismo hago yo. Te mando un mail, te envío fotos, te charlo… Sigo escribiendo cartas a mano ¡imaginate!. En ese sentido, soy un poco un dinosaurio, lo tengo bastante asumido”, concluye entre risas.

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