El día comienza con un desayuno en la terraza bajo un cielo despejado. Con los 25 grados del mediodía se busca la sombra y cuando el sol se hunde en el mar Egeo basta un suéter ligero para combatir el frescor de la noche. Estamos a principios de noviembre y en Santorini se tiene la sensación de que el verano no se acaba nunca. Pero la temporada ya casi ha terminado. Ahora que los turistas pasean en un número agradablemente dosificado entre las casas blancas de esta conocida isla del archipiélago de las Cícladas es cuando quizá resulta más bonita.
Santorini es un símbolo de la ligereza mediterránea, que aquí, en vista de los precios, a menudo solo se pueden obtener de forma relativamente exclusiva. Pero también de romanticismo. De hecho, el decorado de la isla es tan pintoresco que parece que se hubiera diseñado para una pintura cursi. Una promesa para todos aquellos que se aman y además necesitan las fotografías adecuadas que Santorini proporciona.
“Santorini es un símbolo mediterráneo, pero también de romanticismo. De hecho, el decorado de la isla es tan pintoresco que parece que se hubieradiseñado para una pintura”
La localidad principal, Thira, se encuentra situada al borde de un acantilado de 300 metros de altura. Las casas se colocaron directamente sobre las rocas como joyas en una corona. A la luz del mediodía resplandecen tanto que los ojos duelen. Pero la famosa puesta de sol las sumerge en una suave luz. Oia, en el norte, resulta más encantadora que Thira, también conocida como Fira. Aquí se encuentra el mejor mirador: las ruinas del castillo veneciano de Argyri. Al anochecer cientos de personas aguardan en este punto la hora dorada, y todo ello no es gratis.
Quien quiera disfrutar de la gran puesta en escena de la naturaleza de manera privada debe invertir un poco más dinero. En realidad, Santorini es un destino para gente con buen poder adquisitivo. En las callejuelas de Thira y Oia hay sobre todo restaurantes con cartas en seis idiomas, tiendas y joyerías. Si la idea es no gastar, también hay algunas opciones como, por ejemplo, hacer una excursión al atardecer a lo largo del cráter de Oia hasta Thira o bañarse en la playa negra de Perissa, en la que la temperatura del agua en noviembre todavía es de 22 grados.
Facilitaría mucho las cosas si los puntos para hacerse los mejores selfies estuvieran señalizados en el suelo, junto con algunos consejos fotográficos. Muchos turistas solo se acercan brevemente a la isla para tomar un refresco y la foto perfecta. Algunos días de verano unos 70 mil visitantes abarrotan las callejuelas. Pero en noviembre la gran afluencia de visitantes se fue. Y la paz del paisaje y la ciudad reina. <
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