Al admirar la construcción casi terminada junto al camping municipal de Mar Chiquita (Provincia de Buenos Aires) el arquitecto Michael Reynolds exclamó: “Definitivamente, se volvió real”. El edificio -construido con sus planos y bajo su supervisión- tiene tres aulas, dos baterías de baños (con tres inodoros y tres lavabos cada uno) y una galería vidriada -orientada al norte- que conecta a los diversos espacios entre sí. Esta es la segunda escuela que Tagma -organización uruguaya sin fines de lucro- construye en América latina. La primera está en Uruguay y la fundación tiene previsto construir una en cada país del continente siguiendo siempre el modelo de Earthship (Nave tierra) desarrollado por Reynolds. Esta obra se basa en seis principios: utilización de materiales reciclados (botellas, neumáticos y latas); sistema solar pasivo para mantener la temperatura entre 18 y 25ºC todo el año; recolección de agua de lluvia; reutilización de las aguas (incluso las llamadas “grises” que provienen del lavamanos); utilización de energías renovables (en este caso, con paneles solares fotovoltáicos); y producción de alimentos orgánicos.
Reutilizar recursos, tomar energía del sol, captar agua de lluvia y optimizar el uso de ambas son aspectos clave en las construcciones de Michael Reynolds.
A la lista, los miembros de Tagma sumaron un séptimo valor: la sustentabilidad humana. “Creemos que esta es una herramienta poderosísima para que los chicos estén más en contacto con la tierra”, explican al tiempo que reconocen la apertura de la comunidad hacia el proyecto. El intendente, arquitecto Carlos Ronda, enseguida entendió el valor de la empresa, cedió maquinaria para la obra y siguió de cerca la construcción realizada por 22 alumnos de la academia de Reynolds (durante un mes ellos combinaron clases teóricas y prácticas para entender cómo mejorar la eficiencia energética de un edificio) y una gran cantidad de voluntarios. Motivadas por el anhelo de brindar un nuevo espacio educativo a los niños de la comunidad que asisten a la escuela rural Nº12 de Mar Chiquita (hasta la semana pasada, situada a unos pocos kilómetros del tejido urbano) y como muestra de su compromiso con la infancia y la sustentabilidad, Ala financió una gran parte del proyecto al que también se sumaron Disney y DirecTV.
Al avanzar con la obra, fue creciendo el compromiso de la comunidad con el establecimiento. Tanto los docentes como las familias recibieron formación complementaria sobre temas como la producción de jabones biodegradables, el uso correcto de las ventilaciones y la forma de explotar de manera adecuada las huertas (ubicadas tanto en el interior como en el jardín). Proyectos como este son una apuesta al futuro, además de servir como herramienta pedagógica para que los alumnos ya que atraviesan transversalmente la currícula educativa.
Marca el camino a seguir (no sólo en escuelas, sino también otros para otros proyectos de finalidad social, vg. centros comunitarios, depósitos, etc,). No están dichos los costos de construcción, pero presumo que son menores que los de las construcciones clásicas. Además, es seguro que los de funcionamiento serán menores y que, en todo caso el saldo de unos más otros será favorable.