Por Marcelo Barroso Griffiths, Quiropráctico AQA*
En estos días de confinamiento, esperando que se vuelva a la normalidad en esta pandemia de coronavirus, ya sea por teletrabajo o por diversión, pasamos horas y horas frente a las pantallas de la computadora, el celular y la tele. Hacemos poco ejercicio y sobre todo, con tantos días encerrados, acumulamos más estrés.
La contractura muscular consiste en la contracción persistente e involuntaria de un músculo o grupo de ellos que puede hacer que estos se endurezcan o se abulten.
Puede darse a causa de una insuficiente oxigenación de los músculos o por la pérdida de líquidos y sales minerales como consecuencia de un esfuerzo prolongado, movimientos bruscos o frío.
El carácter lesivo radica en la continuidad de esta contracción de forma sostenida en el tiempo y se manifiesta como un abultamiento de la zona, que implica dolor y alteración de su normal funcionamiento.
Una contractura no es una lesión grave, pero sí molesta, que nos puede impedir realizar determinados movimientos con normalidad. El músculo se contrae y se distiende, la zona se mantiene dura e hinchada y se nota al tacto lo que comúnmente llamado «nudo».
Causas
Entre las posibles causas, las posturas repetitivas y forzadas son las más frecuentes. La carga inapropiada durante un ejercicio o un trabajo repetitivo, constante y de gran esfuerzo físico puede distender los músculos e incluso producir tirones, leer con la cabeza muy agachada, llevar el bolso muy cargado en el mismo hombro.
Mantener un largo rato una misma postura provoca una compresión de algunos músculos, que los priva de oxígeno y nutrientes y eso acaba provocando una contractura, que un día duele un poco, al día siguiente duele un poco más, hasta que se convive con un dolor permanente e incómodo que poco a poco disminuye movilidad.
Entre otras causas, las contracturas se originan también, cuando el músculo se somete a un estiramiento brusco y repentino por ejemplo ocurre en un latigazo cervical o un estornudo fuerte (contractura de la musculatura que rodea el omóplato y músculo trapecio)
Más allá de enumerar las causas físicas, también están las contracturas emocionales: el estrés sostenido en el tiempo puede provocar contracturas en músculos de la espalda.
Las cargas psicológicas pueden producir contracturas musculares sin que seamos conscientes de ello.
Una carga psicológica es un proceso interior difícil de manejar. Muchas personas pasan mucho tiempo sin estar consciente de ello y esto va generando alteraciones en la estructura muscular y en el cuerpo en general.
Somatizamos dolores emocionales
Hay dolores musculares causados por estados emocionales, las emociones no gestionadas correctamente se convierten en dolor físico.
Las contracturas conforman las vivencias no placenteras y no resueltas, que sin dudas quedan atrapadas en el cuerpo y con el tiempo se tornan cada vez más crónicas.
Sin darnos cuenta, los dolores musculares pueden ser fruto de aquello que nos angustia y nos ocupa la mente.
El propósito es permitir que la contractura emocional traspase el dolor físico, registrando lo que nos pasa, soltando las cargas emocionales provocadas por la acumulación de sentimientos como bronca, impotencia, de celos o resentimiento; emociones que ocultamos y que deberíamos limpiar para hacer lugar dentro de uno, sin duda nos dará paz interior y menos angustia.
Cuando no se gestionan los traumas o situaciones frustrantes, estos dejan una marca en el cuerpo que no se borra tan sencillamente
Mucho de lo que se calla, se ignora o se esconde se manifiesta en forma de contractura. Sin dudas, existe una relación muy estrecha entre el estrés y los dolores musculares crónicos, que indican en general que hay emociones que no estás oyendo.
Descontracturar las emociones
Los conflictos emocionales no resueltos hacen que nuestra biología se ponga en marcha y nos avise a través del síntoma de que algo no va bien, de que debemos tomar conciencia del problema y pasar a la acción para llevar a cabo los cambios necesarios.
Es importante comprender el sentido biológico de cada síntoma para tomar conciencia de la naturaleza del conflicto latente que se manifiesta.
Contracturas cervicales: responsabilidad
El trabajo, las obligaciones, el dinero, la casa y la educación de los niños, todo pasa por vos, estás a cargo de muchas responsabilidades.
No se trata de todo o nada, cabe preguntarse qué es lo que de verdad querés hacer y qué es lo que tenés que hacer o podes delegar.
Las contracturas cervicales revelan cómo nos cerramos a considerar opciones y puntos de vista distintos al nuestro por temor a perder el control.
Contracturas dorsales: miedo
En la zona lumbar aparecen las emociones asociadas al miedo, y en caso de ser necesario nos facilitará conductas defensivas.
El miedo nos paraliza, nos bloquea emocionalmente y nos dificulta disfrutar de la vida.
Contracturas lumbares: frustraciones
Se asocia a conflictos con relación a la dirección, el camino que tomamos en la vida, indecisión, frustración y dudas frente sus proyectos vitales a futuro.
Las contracturas lumbares también surgen cuando hay sentimientos de impotencia y de inseguridad afectiva. Personas con tendencias depresivas que suelen ver las cosas con el filtro de la negatividad y desde el victimismo.
Contracturas trapecios: reflejo del alma
Los trapecios reflejan el estado del alma.
Cuando estamos tristes, apesadumbrados, con la cabeza y la vista hacia abajo, las contracturas se manifiestan en la zona superior, sobre los hombros.
Si enfrentamos, si vamos para adelante, generalmente regresa a su postura y los trapecios toman su posición correcta.
Cada grupo muscular de acuerdo a situaciones emocionales va a tener indudablemente su afectación en cuanto a las sensaciones psicológicas.
Nuestro cuerpo tiene un lenguaje propio: ¿Cuál es la emoción que no hemos expresado?
*Marcelo Barroso Griffiths (Matrícula 9784). Quiropráctico AQA. www.vertebralle.com
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