Una gran oportunidad, ¿y a la vez una condena? Durante años, la actriz canadiense Evangeline Lilly se debatió entre esos dos polos con respecto a Lost, la serie que le dio una impresionante y repentina fama mundial pero que casi la devora por completo. “Mirando en retrospectiva, fue un alivio que llegase el final”, confesó hace poco y enseguida admitió que tomarse un largo año sabático después de esa larga experiencia (seis comentadísimas temporadas) fue vital. “Necesitaba tomarme ese tiempo, para recomponerme y pensar. Yo nunca busqué ser una estrella de Hollywood ni tampoco encadenar trabajos uno tras otro para mantenerme en el candelero. La verdad, no sabía bien qué hacer. Hoy tengo claro que lo que quiero es estar en uno o dos proyectos cada dos o tres años. Ese es mi ideal. Y tengo la suerte, la enorme suerte de poder hacerlo”, sentenció a la revista española Fotogramas.
Más allá de sus decisiones laborales, es evidente que aquella serie, un verdadero hito que inició el furor de las ficciones televisivas, le cambió la vida. Y en todo sentido, ya que fue allí donde encontró el amor. Y no una, sino dos veces. Al comienzo con su compañero de elenco Dominic Monaghan, que interpretaba a Charlie en la serie y con el que mantuvo un noviazgo de 5 años. Y ya hacia el final del envío, con el asistente de producción Norman Kali, un hawaiano (la serie se filmaba en esa isla) con quien terminó teniendo dos hijos: Kahekili (que significa trueno en hawaiano), de 7, y su pequeña hija de 2 (de la que aún hoy mantiene su nombre en secreto).
«Lo mejor de mi traje es que en todo momento me dio absoluta libertad de acción. Es un poco otro símbolo de esta era, ¿no? La de mujeres en movimiento…»
Enamorada de su rol de madre, la actriz sólo abandona la isla cuando llega el llamado de la industria. Como ahora con Ant-Man y La Avispa, película que filmó el año pasado y que tendrá esta semana (jueves aquí) su esperado estreno mundial. Allí es Hope Van Dyme, hija del famoso Hank Pym (Michael Douglas) que no dudará en aceptar la propuesta de convertirse en La Avispa, la nueva y letal compañera de Ant-Man (Paul Rudd).
-¿Qué se siente formar parte del llamado MCU (Universo Cinematográfico de Marvel)?
-Al principio, cuando quedé seleccionada para la primera aventura de Ant-Man, estaba muy fascinada con la idea pero luego, cuando pude ver la película, quedé realmente conmocionada. Recuerdo que al salir del cine estaba tan orgullosa y feliz de haber formado parte de un film que me enorgullecería tanto mostrársela a mis hijos que no podía meter nada más en mi cabeza. Hoy me sigue pasando un poco lo mismo, no pienso demasiado en los críticos ni en la taquilla, sino en el orgullo que siento como mujer y actriz por esta historia. En definitiva, eso es lo que más me importa.
-En cierto modo La Avispa es la primera gran heroína de Marvel en el cine. ¿Es un signo de estos tiempos su aparición?
-Sí, puede ser. Originalmente, la idea era que La Avispa apareciera por primera vez en Avengers. Civil War. Pero después me dijeron que no querían que esta heroína sea un apéndice de otra historia y que preferían esperar a una película entera para presentarla. Ahí sentí lo que decís de estos tiempos, una sensación de “estamos por el buen camino”.
-Hablando de mujeres, ¿qué te pasó cuando te enteraste de que Michelle Pfeiffer formaría parte de esta secuela?
-Te voy a decir la verdad, hará cuatro años le pedí a Marvel que si alguna vez llegaban a traer a Janet van Dyne (mi madre en la historia) a una de estas películas, que por favor fuera Michelle Pfeiffer quien le diera vida. Realmente lo deseaba. No sólo es la mujer más hermosa que ha pisado la Tierra y una gran actriz, sino que además fue Gatúbela, la única heroína (y a la vez villana) que adoré de adolescente. Cuando iba a comenzar el rodaje de esta película, me dijeron que Michelle efectivamente sería Janet. Estoy segura de que mi pedido no tuvo nada que ver, pero de todos modos me hicieron muy feliz.
-Se habló mucho de tu traje, ya que algo de él pudo verse al final de la primera entrega de Ant-Man…
-Sí, pero ese era un prototipo antiguo, el de ahora es una versión ultra moderna… Pasé literalmente cuatro meses realizando pruebas para que el traje fuera perfecto. Lo único que le dije a la diseñadora de vestuario cuando comenzamos fue: “no me importa cuánto tiempo vaya a llevarnos pero quiero que sea el mejor traje de la historia”. Hay algo muy simple pero elegante y femenino en su diseño. Y lo mejor es que en todo momento me dio absoluta libertad de acción. Es un poco otro símbolo de esta era, ¿no? La de mujeres en movimiento… –
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