No sabemos cuándo fue que Emily Blunt pronunció para sus adentros la mágica frase “Supercalifragilisticoespialidoso”, pero lo cierto es que desde hace una buena cantidad de años, la vida de esta actriz británica de 35 parece las más “ordenada y perfecta” del mundo entero. Nacida en Wandsworth, un apacible suburbio del sur de Londres, tuvo un precoz despertar de la actuación durante la escuela primaria, cuando una maestra reparó en sus dotes histriónicas. ¿Podría haber adivinado esa niña que terminaría transformada en una de las estrellas más recaudadoras de Hollywood? Lo más probable es que no, ya que incluso al día de hoy su espíritu se aleja bastante del “star system”. Ama la meditación, extraña el anonimato y ni siquiera tiene redes sociales. “Sólo uso Pinterest”, contó hace poco a la vez que confesó una de sus pasiones: la decoración. Dato para curiosos y amantes de la ambientación: su última mansión en Hollywood Hills (que le terminó vendiendo a la joven Kendall Jenner por “apenas” 8 millones de dólares) se puede visitar por entero en la web gracias a la inmobiliaria detrás de esa operación. En ese hogar vivió hasta hace poco con su marido, el actor John Krasinski y sus dos hijas (Hazel, de 4 y Violeta, de 2) antes de mudarse a un soñado condomnio de Brooklyn, en Nueva York. La pareja se conoció en 2008 casi de casualidad y fue un flechazo inmediato. A los 10 meses de esa primera cita se comprometieron. El casamiento llegó en 2010 a través de una ceremonia secreta, pero muy romántica, frene al hermoso lago de Como, en Italia. Estuvieron rodeados de colegas y amigos como George Clooney, Matt Damon (con “nuestra” Luciana Barroso) y Meryl Streep. La nota de color la dio Stanley Tucci, amigo íntimo de Emily desde El Diablo viste a la moda, que durante el festejo quedó flechado por Felicity Blunt, la hermana menor de la novia, con quien se terminó casando y teniendo dos hijos.
Para muchos, Emily y John son la “evolución perfecta de Brangelina”, la nueva pareja ideal de Hollywood que, incluso, puede pergeñar celebrados proyectos como Un lugar en silencio, la muy lograda película de suspenso y terror que dirigió John y ambos protagonizaron a principios de este año. Además, siempre se han mostrado plenamente complementarios, alternando trabajos con la crianza de sus dos niñas: “John es un padre increíble. Durante los primeros días de Violet fue esencial su ayuda ya que yo me sentía sobrepasada con todo. Recuerdo que durante el post parto llegué a estar una semana entera sin bañarme”, le confesó entre risas a la revista In Style.
“Creo que esa extraña mezcla de magia y seguridad de Mary Poppins ha sido lo que se ha grabado en mi memoria y es lo que reaparece cada vez que pienso en ella”.
Más asentada que nunca, la actriz se prepara ahora para su (nuevo) gran momento, nada menos que el estreno de El regreso de Mary Poppins, película que llega a las salas del mundo entero el próximo jueves 24 y que marcará el punto más alto en el “viaje nostálgico” que hace rato propone Disney.
-Imposible no empezar preguntándote por tus recuerdos de la película original…
-La vi por primera vez cuando tenía seis o siete años y, obviamente, quedé cautivada con la magia de la película y de Mary Poppins. Me cautivó cómo podía convertir lo mundano en algo mágico, y la alegría que era capaz de traer a la vida de aquellos niños. Creo que esa extraña mezcla de magia y seguridad ha sido lo que se ha grabado en mi memoria y es lo que reaparece cada vez que pienso en ella.
–¿Crees que algo de ese espíritu se mantiene en esta secuela?
-Creo que todos, empezando por el director Rob Marshall, hemos prestado especial cuidado en homenajear a la película original. De todos modos, también es cierto que esta no es la versión que Julie Andrews hizo tan brillantemente si no que, en última instancia, es mi propia interpretación de ella.
-¿Cómo hiciste para forjar tu propia versión del personaje?
-Tenía muchos recuerdos de lo que había sentido de chica. No tantos detalles de la versión de Julie, sino más bien de cómo se hizo sentir. Luego leí todos los libros de Pamela Lyndon Travers (autora del libro original) que son realmente geniales. Están todos ambientados en la década de 1930 y poseen un fondo más oscuro, más profundo, y el personaje de esas páginas cobró vida para mí. Mary Poppins es tan enigmática y alocada y graciosa y vanidosa que es no deja de ser un personaje único y fantástico para interpretar.
-¿Cómo fue el momento en que Rob Marshall te convocó?
-Me presentó su idea y estaba muy emocionado. Se aseguró de que yo tuviera en claro que esta era, en muchos aspectos, la posesión más preciada de Disney y sencillamente me dijo: “quiero hacerla, pero sólo contigo. Y si no quieres hacerla, entonces deberé buscar otra cosa”. Y yo estaba como, “¡cielos!”, era algo tan emocionante, halagador, fascinante y aterrador a la vez… Era todo lo que, de algún modo, busco al abordar algo nuevo, porque sabía que sería un verdadero reto y a esta altura me gusta sentir cierto temor al encarar un proyecto nuevo.
-¿Hubo alguien en especial con quien hayas disfrutado trabajar?
-Fue muy conmovedor cuando Angela Lansbury y Dick Van Dyke (N de la R: que interpretó al deshollinador Bert en la película original) entraron al set. Creo que, de alguna manera, no fuimos conscientes del impacto que han tenido en nuestras vidas hasta que los tuvimos delante. Todos hemos crecido viendo El show de Dick Van Dyke o La reportera del crimen, entre tantos otros trabajos extraordinarios. Cuando Dick hizo su hermoso discurso, Rob Marshall, quien no es alguien que se emocione fácilmente, no pudo decir “corte” porque estaba llorando… Se trata de dos verdaderos íconos y yo no puedo estar más que agradecida de haber podido compartir esta experiencia con ellos. Es parte de este gran sueño, sin dudas… <
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