Llega a la locación puntual. Toca el timbre y entra sorprendido. En la casa donde lo citamos, en el barrio de Colegiales, vivió un amigo suyo de la adolescencia. De aquí conoce de memoria cada rincón y recuerda con una sonrisa las “espectaculares celebraciones” que se organizaban ahí. Enseguida confiesa que ya no tiene mucha noción de cómo es una fiesta, ya que desde que es padre de Antón (1 año y medio, fruto de su relación con su ex pareja Celeste Cid) su vida está alejada de la trasnoche. Bueno, siempre y cuando no sea el llanto del niño que lo llame en medio de la madrugada. Michel interpreta hoy a Fidel en la tira 100 días para enamorarse (Telefé); en cine espera el estreno de la película El desentierro (que filmó en España junto a Leonardo Sbaraglia) y se presenta en el Centro Cultural San Martín con el unipersonal Hijo eterno, que produce su papá, Jean Pierre.
-¿Qué te interpela de la obra de teatro?
-El protagonista es un padre primerizo que por primera vez se enfrenta a la idea, y luego a la realidad, de tener un hijo. Es un trabajo sobre el amor universal y las dificultades del hombre para amar a un otro diferente, dejando de lado las expectativas y las representaciones que cada uno tiene. Las relaciones humanas me fascinan y me cuestionan todo el tiempo. Mucho más ahora que soy padre.
-¿Te enseñó de los vínculos o te confundió más?
-Intento aprender constantemente, a veces el proceso no es tan sencillo y las cosas tardan en hacerse carne e incorporarse. Fundamentalmente me empujó a poder ver al otro, a aceptarlo y a amarlo y no a quererlo como uno pretende que el otro sea. Ese es el gran tema de todos, ¿no?
-¿Cómo es el día a día de ser papá?
-Pienso todo el tiempo en eso. Antón me cambió, siempre fui bastante selectivo y creo que ahora lo soy mucho más porque todo lo que hago me quita tiempo para estar con mi hijo.
-¿Qué es lo que más te sorprendió de este nuevo rol?
-Encontrar por primera vez un amor sin preguntas. Con los padres, las parejas, los amigos siempre hay discusión y se presenta un conflicto, con la paternidad no. Si el bebé llora a las 4 de la mañana, te levantás y lo atendés, sin cuestionarte nada. Ese amor es muy tranquilizador, no tiene vueltas.
“Separarse nunca es una decisión feliz, se toma en pos de una felicidad futura, pero siempre en el momento es difícil. Con Celeste estamos tratando de cuidar lo que importa que es Antón y trabajando conscientes en ese sentido”.
-¿Qué compartís con Antón?
-Desde los 8 meses que vamos juntos a natación. Hacemos de todo: vamos a la plaza, compartimos mucho el gusto por la música, le copa mi tocadiscos y escucha Tim Maia, Jimmy Hendrix y Rita Lee. Y baila, claro, agita (risas). Y también comparto Peppa Pig, claro. El otro día fuimos por primera vez al teatro a ver Piñón fijo, estaba hipnotizado.
-¿Qué más hacés además de la tele, el teatro y ser papá?
-Estoy en una época muy para adentro. Estoy cuidando mi energía, ya que todo me agota mucho. También cuido mis afectos, me encuentro con amigos a comer o me quedo en mi casa a mirar una película o a leer un buen libro. Además entreno, lo necesito, hice mucho yoga, natación y kung fu, ahora estoy haciendo Funcional Gym. El deporte es parte de mi día a día.
-¿Cómo te llevás con la soledad?
-La necesito. Últimamente me es cada vez más compleja alcanzarla y más que nada por la dependencia con el celular. Perdés tiempo, es improductivo y cuando terminás tenés una sensación de que las horas pasaron y no sabés el motivo. Es tiempo poco enriquecedor.
-Te separaste recientemente, ¿cómo estás de ánimo?
-(Piensa) Muy enchufado con las actividades profesionales que estoy haciendo y eso me mantiene ocupado. Separarse nunca es una decisión feliz, se toma en pos de una felicidad futura, pero en el momento es difícil. Estamos tratando de cuidar lo que importa que es Antón y trabajando conscientes en ese sentido.
-¿Cómo te las arreglás en tu casa?
-Lo hago desde muy chico. Pasé mi infancia en Bariloche y mi mamá es Licenciada en Ciencias de la Educación y trabajaba muchísimo, así que me cocino desde siempre. Aprendí y disfruto, me encanta recibir gente y agasajarlos. Soy un poco desordenado todavía, con Antón estoy aprendiendo porque deja tanto lío que ordeno para compensar (risas). El día que logre ser ordenado voy a ser alguien distinto, ¡no tengo dudas!
-¿Volvés a Bariloche?
-Cada vez menos, pero dos veces por año voy. El cielo y las noches de allá se extrañan mucho.
-¿Te imaginás viviendo alejado de la ciudad?
-Siempre tuve la fantasía de que el día que tenga un hijo ofrecerle una vida más similar a la que tuve en contacto con la naturaleza. ¿Por qué, no?
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