Con su gorra al revés y el cuerpo tatuado parece aún más joven e irreverente de lo que revelará la charla. Pide un café negro en jarrito y se dispone a responder lo que sea con ese lenguaje tan auténticamente incorrecto. Muchos lo recuerdan como “el chico de los tatuajes de TN”, o el flaquito de barba que en Mi Barrio iba devorando platos interminables de bodegones escondidos. Pero Eduardo “Eddie” Giménez Fitte es bastante más que eso. Estudió Periodismo en la UBA y terminó los estudios en TEA. Con sólo 15 años ya escribía crónicas en revistas del under cultural. En 2010 entró al diario Clarín y al poco tiempo empezaron sus apariciones en TN y Telenoche con distintos segmentos y microdocumentales que iban desde la tecnología hasta los elefantes pintores de Tailandia, la nuera del jerarca nazi Adolf Eichmann o los backstages de las giras de Fuerza Bruta y el Cirque Du Soleil. Publicó dos libros, ganó varios premios por su labor periodística en cultura joven y fue el elegido del famoso hacker Edward Snowden para dar a conocer las pruebas del espionaje británico que se realizó ilegalmente en el país entre 2007 y 2011. ¿Encasillarse en un lugar? Imposible, aburrido. Sería motivo suficiente para barajar y dar de nuevo. Ni siquiera se considera periodista y no cree en el concepto de objetividad. “Si hay algo en lo que me gustaría que me cataloguen es en el hecho de buscar historias”, reflexiona Eddie. Y lo hace tan bien, que se convirtió en el protagonista de una de ellas.
-¿De qué se trata Cambio de velocidad? (estreno del próximo martes 12/3 a las 23 por Discovery Channel)
-Me llamaron hace un año de la productora Turner con la idea hacer algo que muestre el día a día de los creadores de autos, sus historias de vida y el vínculo con los vehículos. Llevó mucho tiempo de scouting y despliegue de cámaras. Son 6 capítulos en los que voy en moto por el interior de la provincia buscando personajes. Manejé autos que jamás hubiera manejado en mi vida, cometí errores, me asusté. Porque viste que los fierreros son un poco locos. Te miden, te ponen a prueba y hay momentos de tensión en donde las cosas se pudren.
-¿Te gustan los motores?
-Siempre fui un fanático de los autos, pero no los de fábrica, sino los customizados, un costado más bohemio. Creo que encontramos los ejemplos más extremos en su nivel de creatividad que muestran hasta dónde puede llegar alguien que siente pasión por la tuerca. La impronta del open door y la naturaleza que tiene Discovery se combina muy bien con esa forma desfachatada, informal y tan sui generis con la que llevo el periodismo.
-Estabas en un gran momento, pero el año pasado renunciaste al Grupo Clarín. ¿Qué pasó?
-Fue estrictamente por una cuestión de formatos. El público de TN busca un noticiero, no a alguien con tatuaje, barba o jopo que dice malas palabras. Y a mí no me interesa lo masivo ¿Para qué voy a someter al otro a mí?
-Armaste tu propia productora con amigos y rezaste por que saliera algo…
-Sacarse las cadenas de la relación de dependencia es el sueño de más de uno, pero te da mucho miedo. Los primeros meses fueron complicados. Cuando me llegó esta propuesta no me quedaba un mango. Pero prefiero estar así, con más incertidumbre y libre, haciendo asado un martes con amigos, ninguno del medio, lo que me parece más sano porque si no es hablar siempre del trabajo, el rating y odio eso, es una cagada. Aparte, tampoco es el medio más sano del mundo y empeora con la exposición.
-¿Cómo te llevás con las redes sociales?
-Más o menos. Siempre te tiran alguna fea, por política o por cuestiones personales. Y eso duele.
-¿Ahora sos delgado, pero de chico sufriste de sobrepeso, ¿te afectó?
-No, al contrario. Era un gordito feliz. No tengo el recuerdo de haberlo padecido para nada. Porque, en definitiva, era darle rienda suelta al disfrute. Y si me decían algo, reaccionaba.
-Tenés una relación muy fuerte con la comida…
-Sí, profunda y difícil. Soy un enfermo de la comida y me casé con una utricionista vegana, así que tengo el remedio en casa. Hace unas grandes ensaladas para los lomos que hago (se ríe). Hace 13 años que estoy en pareja, uno que estoy casado y fue ahí donde se profundizó esa cosa de hacer “curaciones”. Te diría que no sé si fue tanto decisión mía. Pero bueno, tenía el colesterol por las nubes.
“De chico tuve sobrepeso, pero era un gordito feliz. En definitiva, era darle rienda suelta al disfrute. Y si me decían algo, reaccionaba”
-Contame de tu pareja…
-Ella era vecina y la mejor amiga de mi hermana, que siempre fue muy celosa. Costó todo un año de convencimiento. Encima, yo siempre fui exótico. En ese momento creo que estaba en la época punk, después pasé a rolinga, y después a la de independiente. Tuve unos ciclos de vida particulares. Y ella era todo lo contrario, con su prolijidad y formalidad. La conquisté con chistes y tratando de hacerme el intelectual para convencerla de que no estaba perdido (se ríe). Un intelectual con olor a chivo.
-¿Por qué decidieron casarse después de 11 años?
-Siempre me pareció muy copada la idea de la libreta. Es como tener el álbum de figuritas del mundial, con espacios que vas llenando con tus hijos. Pero, más que nada, la idea de armar una buena joda, con buena comida. Vacío y cumbia en el Four Seasons. Armamos un re quilombo. Tocó el Dipy, el catering era terrible. Creo que fue a lo que más laburo dediqué. Además, teníamos la excusa para irnos de luna de miel a Cuba, ella pudo pedir días de licencia en el laburo. No sé si había algo mucho más profundo detrás.
-¿Es verdad que tuvieron un impasse en la relación y volviste por consejo de tu papá?
-Sí, se re calentó. La quería mucho. Toda mi familia la adora. Lo que pasa es que después de 3, 4 años que empecé a trabajar en la tele se empezó a volver todo muy intenso y, sin ser Justin Bieber, yo pasé a ser “el pibe del noticiero que estaba tatuado”, la gente ni sabía mi nombre pero me empezó a pasar que la gente me reconocía y a mi me costó mucho. Admito que me hizo un ruido importante. No es que estaba hecho un boludo, pero sí medio paranoico o enojado, confundido. Algo había cambiado. Nos separamos y después me di cuenta de que había cometido un error gravísimo. Volver me costó lo mismo que enamorarla. –
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