¡Arte, arte, arte! La frase que inmortalizó Marta Minujín bien podría aplicarse hoy a esta zona de Miami Beach. Por su selecta hotelería, una variada oferta gastronómica y su exclusivo shopping, esta playa, de un poco más de dos kilómetros de extensión, está consolidada desde hace un tiempo como sinónimo de lujo y glamour. Pero desde hace unos años Bal Harbour viene impulsando un programa de apoyo al arte para darle un atractivo más a este balneario que parecía tenerlo todo. Diferentes propuestas artísticas se multiplican en cada rincón y van conformando un espacio con peso propio que hacen la estadía mucho más interesante.
No hace falta alejarse mucho de la arena y el confort para disfrutar de esta experiencia. Los hoteles son un excelente punto de partida para comenzar a descubrir un verdadero destino de arte y diseño. El St. Regis Bal Harbour es el ejemplo perfecto de esta fusión. Ubicado justo enfrente de Bal Harbour Shops, combina a la perfección servicios de lujo con una deslumbrante propuesta visual. Desde el foyer recibe a puro arte. La escultura Cloud Prototype No. 4, una nube plateada del artista español Iñigo Manglano-Ovalle, flota en el medio de la sala y sobre la pared, la obra Spirits of Valentino del reconocido fotógrafo de moda Simon Procter, nos dan la bienvenida. Unos pasos más adelante se encuentra la Rosenbaum Contemporary Gallery, una sala con valiosas piezas de arte moderno y contemporáneo. Y por allí se llega a un impactante espacio ambientado con paredes de espejos que sirve como distribuidor. Por cualquier dirección que se tome se descubren esculturas, pinturas y fotografías, que convierten las áreas comunes en una verdadera galería de arte.
Otro hotel que se destaca en este sentido es el Ritz-Carlton Bal Harbour, en el extremo norte del barrio. Este sofisticado hotel posee una colección de arte valuada en u$s 3,5 millones. Quizás la pieza más importante es la escultura de bronce del artista Guy Dill, que con sus nueve metros de altura se alza omnipresente en la terraza del lobby. Pero hay mucho más por ver. Tan solo basta con recorrer los pasillos o las suites para ir descubriendo las más de 400 piezas que componen su colección de pinturas y esculturas.
Y, por supuesto, la playa es el principal atractivo de este destino y allí también el arte tiene su lugar. Antes de pisar la arena (ambos hoteles tienen bajada directa) se encuentra el paseo costero, formado por unos anchos senderos llenos de vegetación que corren paralelos al mar a lo largo de todo Bal Harbour. Allí, además de caminar, correr y andar en bicicleta se puede disfrutar de una exposición pública de arte al aire libre, donde a través de 25 puestos, se pueden observar muestras de artistas que van rotando a lo largo del año. Como bonus track, desde este sendero, también se pueden apreciar la escultura de Jeff Koons Bailarina sentada ubicada en los jardines de complejo Oceana.
Al otro lado de la Av. Collins se encuentra el Bal Harbour Shops, un exclusivo shopping a cielo abierto con las marcas más top del mundo. Aunque comprar allí es un lujo reservado para pocos vale la pena dar una paseo y ver, además de las nuevas colecciones que van a marcar tendencia en el mundo entero, las impactantes instalaciones que marcas como Dior, Chanel, Prada o la joyería Graff montan en sus vidrieras. Arte efímero, pero arte al fin.
Ciudad cultural
Museos, galerías y ferias como Art Basel han hecho de Miami un destino ineludible para todos los viajeros amantes del arte moderno. Para aprovechar al máximo todo este potencial cultural, Bal Harbour desarrolló junto a la curadora Claire Breukel el programa Unscripted Art Acces, con el cual tanto los residentes como los huéspedes de sus cuatro hoteles (St. Regis, Ritz-Carlton, Sea View y Quarzo) reciben una tarjeta que les brinda acceso gratuito a los más importantes museos y galerías de la ciudad. Entre estos se destacan el Pérez Art Museum Miami, un moderno edificio frente al Bayside, que sin renunciar a presencias internacionales, tiene una marcada orientación a los artistas latinoamericanos. Otro interesante museo es el Wolfsonian, donde encontraremos desde muestras de diseño de objetos y mobiliario hasta de portadas de publicaciones y piezas publicitarias, que plasman los cambios socioculturales desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX.
También hay lugar para el arte clásico. Sólo basta con darse una vuelta por el Vizcaya Museum & Garden para sentirse en un auténtico Palazzo italiano. De estilo neobarroco, vale la pena recorrer cada estancia de la casa, su terraza de aires venecianos y sobre todo disfrutar de cada rincón de sus extensos jardines.
De lo más clásico a lo más moderno. Así llegamos a Wynwood, el distrito de arte más vibrante de Miami. Tony Goldman, desarrollador de la zona, recicló lo que era un barrio pobre de inmigrantes portorriqueños y galpones abandonados en una zona rebozante de energía, de colores y de creatividad. Aquí es imprescindible abrir bien los ojos y dejarse llevar. El arte pop de muralistas y grafiteros de todo el mundo asoma en cada pared, cada puerta y hasta en el piso.
Por la zona se sitúan dos galerías, que también forman parte del programa Unscripted, que no pueden dejar de visitarse. La Rubell Family Collection, un galpón de dos plantas con una colección con lo más vanguardista del arte contemporáneo. Y The Margulies Collection at The Warehouse, la galería más antigua del distrito, con una muestra permanente de su colección privada y exhibiciones temporales de fotografías, esculturas o grandes instalaciones como las del artista alemán Anselm Kiefer. El área ofrece de todo. Alterna galerías, estudios, tiendas de objetos y algunos bares y restaurantes que invitan al visitante a permanecer más de lo pensado. Así es Wynwood, así es Miami.
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