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10/04/2018

Maju Lozano: “La soledad me sienta bien”

Por Mariana Comolli | Tuvimos una charla muy seria con una de las conductoras más divertidas de los medios y descubrimos de dónde viene su tendencia a usar “malas palabras”. Confesiones familiares, errores maternos, soltería y diversión de una mujer desopilante.

María Eugenia Lozano es una puteadora congénita. Pero tiene un don: como a cada insulto lo combina con una buena dosis de humor y simpatía, lo que dice no cae mal. Sencilla y directa, con 46 años la vida la encuentra en 2 programas: acompaña a Santiago Del Moro en La 100 (en Club del Moro) y conduce Todas las tardes, en Canal 9. Su vínculo con los improperios tiene larga data. En su Paraná natal, cuando «Maju» estaba en cuarto año del secundario, todo el curso ligó 24 amonestaciones cuando un compañero insultó a una docente.

-¿De dónde viene la necesidad de putear?
-¿Viste que cuando sos chico tratás de sobresalir de algún modo? Mi modo de sobresalir fueron las malas palabras. Yo siempre fui la guasa de la familia. Creo que de chica entendí que era un modo de «romper» lo establecido. Vengo de una familia muy educada en la que no se decían malas palabras y yo ahí encontré un juego que los «desestructuraba». No soy pudorosa con el lenguaje y sigo diciendo cosas guarras o desubicadas para incomodar. Me gusta incomodar.

-¿A tu familia en particular o a todos?
-A todos. Además, sinceramente siento que hay cosas que sólo se pueden definir con «malas palabras». Podés dar vueltas y vueltas, pero cuando alguien es un pelotudo, es un pelotudo. Cuando te hinchan la bolas, te hinchas las bolas y no hay que explicar nada más. Cuando definís algo con una puteada y puteás en el lugar preciso, no hay nada que agregar. Es definitorio.

-Una vez vos te definiste como «colgada». ¿Qué hecho creés que encabeza tu ranking de cuelgues?
-El primer día de clases de mi hijo (cuando empezaba salita de 2) fui al colegio sin el nene. Lo dejé en casa con la señora que lo cuida. Llegué al jardín, la maestra me preguntó: «¿Y Joaquín?» Y respondí: «¿Había que traerlo?» Pensé que el primer día iban sólo los papás. En la escuela quedó como anécdota, pasé a ser «la que se olvidó al hijo el primer día de clases».

-Si eso te sucede con tu hijo, apuesto que en el trabajo te ocurrieron mil cosas peores.
-¡Sí! En una época laburaba de camarera en dos lugares: en un restaurante de día y en un boliche por la noche. Me mandaron al depósito a buscar agua porque había que reponer botellas en las heladeras… ¡y me quedé dormida adentro de una heladera!

-¡Increíble!
-Me buscaron con la policía porque desaparecí y no me encontraban. Después de una hora de buscarme hasta con personal de seguridad y la policía, el dueño del local empezó a rebobinar, recordó que me había mandado a buscar agua, fueron a las heladeras y me encontraron durmiendo.

-Más que colgada, suena a que el agotamiento te venció.
-Sí. Tenía 22 años y estaba recién llegada en Buenos Aires, la remaba mal. Iba a un cine de Avenida Callao y Santa Fé a dormir la siesta. Me había hecho amiga del acomodador y como no me daba el tiempo para ir a dormir a casa entre mis dos trabajos, iba a dormir al cine.

-Nadie zafa de terapia. ¿Por qué cosa que hacés creés que va a ir al diván tu hijo?
-(Ríe) Ahora él tiene 6 años; mi cuelgue lo pone un poco nervioso… Ahí hay un tema. Por otro lado, desde que empecé a hacer radio muy temprano (en La Cien está en un programa que comienza a las 6am) está preocupado porque siente que su mamá trabaja de noche. Me voy a las 5:30 de la mañana y no puedo hacerle entender que es de día. Es difícil, estamos con el problemita de los horarios. Supongo que otro tema para el diván será que es hijo de padres separados; me separé de su papá (Julián Varde) cuando «Joaco» era un bebé.

-¿Te angustia pensar que, de grande, Joaco no los va a recordar juntos como pareja?
-Al principio me angustiaba. Después me di cuenta de que es una boludez porque su papá lo ama y yo lo amo. Julián viene a casa, se queda a comer… De hecho en verano nos fuimos de vacaciones los tres juntos. Trato que “Joaco” sienta que somos una familia, tal vez distinta, pero nada más que eso. Yo no concibo ni permito pelearme con un ex. Y menos con un chico de por medio. Cuando tenés un hijo y te separás, el orgullo te lo metés en el orto. El adulto está en segundo plano. Optar por la guerra con un ex es elegir llevar una vida de mierda. A veces miro a mis amigas casadas y siento que, como padres, nosotros estamos más presentes que muchas parejas que están juntas.

-Al escucharte, parece fácil.
-No lo fue. Mi separación fue súper dolorosa. Pero a veces hay que ser práctico e ir más allá del dolor. No hay que quedarse pensando: «¿Por qué a mí?», ni enroscarse en el resentimiento. La vida es dura para casi todos, porque convengamos que son pocos los que «la tienen fácil». Me parece que se trata de ver qué se hace con aquello que la vida nos va poniendo adelante.

-A vos la vida te puso frente a un padre bipolar. Tu fortaleza para sobrevivir a momentos tan jorobados, ¿viene de ahí?
-Puede ser, tener un padre psiquiátrico es tremendamente duro. Mi papá era una bomba de tiempo. Tuvo crisis agresivas, de romper cosas, de hacer cosas tremendas. Viví mucho «en estado de alerta». Esto lo pude ver después de muchos años de terapia, porque uno generalmente naturaliza lo que le pasa. Cuando se murió, me cayeron muchas fichas. En el momento (cuando vivía) uno no cuestiona, está sobreviviendo. Ojo, nunca me pesó él, (era adorable y hasta en momentos tremendos tenía sentido del humor), pero sí su enfermedad. Lo que me fortaleció de todo eso fue la capacidad de la aceptación ante las cosas que suceden.

-Tenes un costado triste, aunque das «para arriba». ¿Qué cosas te dan tristeza?
-(Hace un silencio prolongado y luego, se ríe).

-Aún a las preguntas difíciles ¿le buscás el lado positivo?
-Sí, un mecanismo de defensa tal vez… A mí me entristece lo cotidiano. Cruzarme con gente que no la está pasando bien social o económicamente, sobre todo los chicos y los viejos, que me pueden. Me entristece el poco registro que tenemos para con los otros. Hace unos meses, el tema del recorte a las jubilaciones me angustió muchísimo, por ejemplo. ¡Qué poco registro y qué desconexión de la realidad!

-Confesaste que votaste a Macri. ¿Hoy dirías «mala mía», te arrepentís?
-No creo en la clase política, no le creo a ninguno. Pienso que en los gobiernos hay cuestiones que están bien (de hecho Cristina y Néstor Kirchner hicieron cosas buenísimas y por eso los voté durante años), pero también pienso que tenían que surgir otros. Si no estoy de acuerdo con lo que hacen, en las próximas elecciones no los volveré a votar. Lo que sí me asusta de esta gestión es la frialdad en algunos aspectos. También es cierto que las opciones son pocas… Yo en Paraná militaba en el radicalismo, iba a pegar pancartas de noche y todo. La verdad es que después de Alfonsín, no hubo nadie como él.

-Dejemos la política de lado, ¿estás en pareja?
-No, estoy sola hace como un año. Me corrijo: no estoy sola. No tengo un compañero, que no es lo mismo.

-¿Y cómo lo vivis?
-Estoy fascinada… Y es un peligro porque se va haciendo complejo. Cuando ya sanaste los dolores de la separación y todo eso, y empezás a encontrarle la vuelta a tener un fin de semana por medio sola y a disponer para vos sola de algunos días en la semana. Hay cosas durísimas y otras que están buenas. No tengo urgencia por una pareja, estoy cómoda así.

-¿Te gustaría que aparezca un compañero?
-Sí, me encantaría un compañero de ruta, pero para que abandone mi zona de confort (¡la paso bien!) tiene que aparecer una situación ideal. Mi lema es: «Si no suma, que no reste».

-A las mujeres sin pareja a veces les tiran frases como: «El amor está a la vuelta de la esquina», como si fuese cuestión de encontrar un kiosco. ¿Lo notás?
-(Ríe) ¡Totalmente! Y la verdad es que es complejo y, en mi caso, yo me aburro con la complejidad. Me torran la rosca y la estrategia que derivan en pensamientos como: «Mejor a este tipo no le escribo hoy y espero a que me contacte él primero». Yo soy más del «me gustas, te gusto, ¡listo!» Si las relaciones no se dan de manera simple, me abro y que se vaya todo a la m…

-La entrevista tenía que terminar con una puteada, ¿no?
-(Ríe) Totalmente.

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