Existe un lugar en Miami donde el show off, el ruido y el espíritu del reggaetón no existen. En donde la tradición del estilo, lo refinado y la tranquilidad se aprecian y el lujo no se concentra en la ostentación, sino en el valor de la buena vida. Y, sin dejar de lado el encanto de sus playas y sus corredores frente al mar, se posiciona hace años como un punto ideal para parejas y familias al momento de elegir vacaciones. El lugar es Bal Harbour, la pequeña comuna al norte de Miami Beach (limita con Surfside y Sunny Island), que ofrece cuatro hoteles diversos para alojarse y disfrutar al máximo: El Ritz-Carlton Bal Harbour (un cinco estrellas con la mejor vista de la bahía desde el baño completamente vidriado y servicios de excelencia), el St. Regis (el más impactante por su lujoso edificio y sus amenidades, ideal para pasajeros muy exigentes), el Quarzo (un alojamiento de departamentos cool y el único sin salida al mar) y el clásico Sea View (un hotel tradicional remozado y con el encanto de la Bèlle Epoque de la zona). En un poco más de un kilómetro de extensión, en donde llaman la atención lo impecable de las calles y los parques y los edificios de residencias, manda Bal Harbour Shops. Allí, es donde todo sucede. El mall (que planea una importante ampliación para los próximos años) atrae a muchísimos visitantes por sus locales de marcas premium. Caminar por sus pasillos (a diferencia de los tradicionales malls) es una actividad muy placentera, ya que está construido en su mayoría al aire libre, tiene muchísima vegetación, pequeñas lagunas con peces y ventiladores que hacen más llevadera las temperaturas veraniegas de la ciudad. Imperdible es entrar a la tienda de Chanel, en donde hay una réplica del departamento de Cocó en París, el negocio de Gucci, que tiene la mayor colección de la maison en el mundo o las nuevas marcas que abrieron recientemente sus puertas: la perfumería francesa Dyptique, la firma argentina de chocolatería Vassalisa y las marcas internacionales Cesare Attolini, Valextra, Santoni y Zimmermann. No hay que perderse The Webster, un local que hace curadoría de algunos diseñadores, la joyería norteamericana David Yurman y Santa Maria Novella, una especie de boticario con productos de excelencia italianos.
Paladares exigentes
Más allá de la vida de playa y el shopping, otro de los grandes placeres del turismo es degustar platos increíbles. Por este motivo, Bal Harbour ofrece una gastronomía de punta en Miami. Tanto en los cuatro hoteles como en Bal Harbour Shops las opciones son de calidad, con chef reconocidos en Estados Unidos y propuestas bien variadas. En el shopping se encuentra (justo a la entrada y siempre repleto de gente) el tradicional restó de comida italiana Carpaccio, en frente, una nueva opción francesa llamada Le Zoo. Para los que buscan gastronomía no europea pueden pasar por el moderno The Grill, que sirve platos tradicionales norteamericanos gourmet, y Makoto de comida japonesa. En tanto, el hotel St. Regis tiene su nuevo restaurante Atlántikos. Un salón que parece estar en una isla griega y que sirve un variado buffet. Por su parte, abrió hace pocos sus puertas en el hotel Ritz-Carlton Artisan Beach House, con cocina rústica y artesanal.
Experiencias exclusivas
Y para que la visita a Bal Harbour sea realmente mucho más superadora, cada hotel ofrece experiencias singulares para vivir el destino a pleno. Para los gourmands se pueden hacer clases de macarons en la impactante cocina del hotel St. Regis. En tanto, si hay amantes de la moda está la alternativa de Couture Concierge en el Ritz Carlton junto a la personal shopper Elysze Held,; para los ávidos de arte tiene la posibilidad de aprovechar el programa cultural de Bal Harbour (ver recuadro) o mismo recorrer los senderos que surcan la playa y contemplar las galerías de arte al aire libre.
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